24. De tu mano.

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Si me hubiera imaginado que Kara, mejoraría tanto con la visita a Tyler, jamás lo hubiera puesto en duda. Ella estaba hermosa, realmente feliz y radiante a cada momento. En el pasado había quedado su dolor, su miedo, había recuperado por completo su vida, su trabajo, sus pasiones, y ahora las únicas lágrimas que salían de sus ojos eran de la risa, o con su debilidad que era despedirse de su familia, o de la mía aunque fuera por unos pocos días.

– ¡Pero es que los extrañaré! – decía con su lindo pucherito, mientras subíamos al avión.

– Ya lo sé cariño, pero serán solo unos días – respondí, intentando que dejara de llorar.

– Lo sé, lo sé – dijo tomando mi mano y regalándome una sonrisa – es solo que quisiera llevarlos.

– Yo también amor, pero ¿no crees que después de todo, es justo un tiempo solo para los dos?

– Pero por supuesto – respondió tomando su lugar al lado de la ventanilla, seguro para intentar ubicar a los chicos– con lo único que no estoy de acuerdo es con que no me digas a dónde vamos – habló, si despegar su mirada del exterior.

– Ya te enterarás – respondí, abrochándome el cinturón.

Nuestra primera parada fue París, en donde solamente haríamos escala para tomar el vuelo que saldría a Italia. Ella me miraba con intriga, pero seguía mis pasos sin dudar. Cuando finalmente llegamos, al ver que no podía contener sus ganas de fotografiarlo todo, supe que había escogido el lugar correcto.

Nada más dejamos las maletas en el hotel, y absolutamente abrigados, comenzamos a hacer el recorrido por aquel pequeño pueblo Italiano que llevaba por nombre Merano. El lugar era mágico, con sus casitas coloniales y sus enormes castillos, cubiertos absolutamente de nieve, además de centros históricos, museos y gente maravillosa. Kara saltaba por la emoción sin abandonar ni por un solo segundo su cámara, aquí y allá se le veía feliz, y yo estaba deslumbrado y encantadísimo de verla.

Mi idea, era buscar un lugar donde pudiéramos estar tranquilos, descansar y disfrutar de nuestra compañía, y que la ve, pudiera darnos un bonito recuerdo, y eso fue justo o que conseguimos.

– Que día tan grandioso Mike, en serio está fabuloso este lugar – Me dijo esa noche, mientras cenábamos en el restaurante el hotel.

– Y eso que aún no vez lo mejor – respondí sonriente y orgulloso de todo el paquete turístico que tenía planeado para estas vacaciones en las que tanto me había esmerado.

El pueblo, rodeado de grandes montañas nos ofrecía una vista privilegiada aquella mañana, más aún cuando comenzábamos a subir hacía los Alpes. En unas cabinas teleféricas mientras K' abría sus ojos con asombro y seguía retratando el paisaje.

Era la primera vez, en mucho tiempo en que reíamos a carcajadas, doblados de la risa sin poder pararnos del suelo. Estábamos atrapados en una gran mezcla de brazos, piernas y elementos de esquí que no lográbamos desenredar por más que lo intentáramos, así que nos rendimos y mejor comenzamos a besarnos.

– Te amo ojitos y lo haré siempre – dijo soportando mi peso cuando por fin la risa se detuvo.

– Yo a ti sonrisas – le respondí, poniendo un beso en la nariz, mientras nuestro instructor, tocía para disimular su incomodidad por nuestra posición, mientras nos ayudaba a poner de pie de nuevo.

Kara como siempre, y seguramente por su práctica del surf, tenía un equilibrio envidiable y logró dominar sus esquíes como si llevara toda la vida haciéndolo. Yo por el contrario, era más lo que caía que lo que lograba desliarme pero estaba siendo algo exageradamente divertido, tenía ya la cara quemada por el frío de tanto caer clavado en la nieve, y ella no paraba de burlarse de mí.

Libremente tuya (Segunda parte de la serie libre)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora