—Vamos Aída, salúdale —Susurró mi madre mientras se levantaba y le daba dos besos a mi futuro marido.Me levanté torpemente. Dejé la taza en la bandeja floral que nos habían traído y alisé mi vestido con mis manos, las cuáles temblaban ligeramente.
—Hola, encantada —Sonreí falsamente. No tenía ganas de hacer aquello.
—Ag, hola —Refunfuñó él. Su madre se aclaró la garganta molesta por la inhadecuada presentación de su hijo—.Es un placer conocerte —Justin agarró delicadamente mi mano y la besó. Esto provocó que un escalofrío recorriera mi cuerpo.
—Bien—su padre habló—tú madre, la madre de la señorita y yo tenemos que hablar de unas cosas. ¿Te parece si de mientras, Justin, le enseñas la casa a Aída? Y así de paso os conoceis mejor. ¿Vale?
Justin rodó los ojos.
—Está bien, ¿vamos?
Yo solo asentí. Él empezó a caminar delante de mi. Sacudí la cabeza y caminé rápidamente detrás de él.
—Bien, mira. La verdad es que no quiero hacer esto —Habló Justin por fin cuando llegó a la cocina, donde se sentó en la encimera. Me fijé en ella. Era enorme y preciosa. Simplemente una encimera de materiales celestes rodeaba toda la cocina, de cabo a rabo. Había horno, vitrocerámica, la nevera en una esquina con el lavavajillas al lado, un fregadero, microondas... Tenía todo aquello que una amante de la comida podría imaginar tener. Justo en medio de la cocina se hayaba una isla con tres bancos en cada lado. Encima había un frutero y un montón de servilletas bien apiladas. —Espero que al menos seas de mi tipo —Susurró él más para sí que para mi antes de clavar sus dientes blancos en una verde manzana—. ¿Cuántos años tienes?
—Quince. Dentro de unos meses cumplo los dieciseis.
Justin asintió lentamente mientras tragaba el trozo de manzana. Me miró de arriba abajo, impeccionándome.
—Si aún sigues aquí es porque le has gustado a mis padres.
—¿Tú crees? —Tartamudeé.
—Sip. Es horrible tener padres ricos. Y aún por encima que sean los reyes.
—Ya me gustaría a mi vivir aquí... —Susurré para mi. Gracias a Dios no me escuchó, porque no dijo nada respecto a mi comentario—. ¿Y tú? ¿Cuántos años tienes?
—Dieciseises —Respondió.
—¿Y de dónde vienes? —Habló de repente.
En ese momento estaba mordiendo la piel seca de mi labio. Mordí tan fuerte que manó sangre de él. Tragué saliva y pasé mi lengua por mi labio, sintiendo en mi boca el sabor dulce de la sangre.—Pues de la otra punta de la ciudad... La verdad, no importa mucho eso.
—¿Y porqué te quieres casar conmigo? —Justin saltó de la encimera y tiró el corazón de la manzana a la papelera.
—Me obligan. Yo no quiero casarme tan joven y si me caso algún día quiero que sea por amor y no por obligación.
—Yo no quiero casarme. Ni por amor, ni por obligación. ¡Por Dios! —Alzó sus manos al aire—.Yo quiero ser libre. No me gusta estar atado a una persona el resto de mi vida.
Solo me encogí de hombros en modo de respuesta.
La sirvienta de antes entró en la cocina. Dejó la bandeja en la encimera y se dirigió a nosotros.
—Señorito Bieber, señorita Duran, el rey y la reina os llaman —Se inclinó un poco hacía delante en forma de saludo y se puso a hacer su trabajo.
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Casados por ley {Justin Bieber} (TERMINADA) EDITANDO.
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