Durante aquella noche, el turno nocturno la tuvieron que pasar Nathan y Layla sin previo aviso, ya que dos guardias cayeron enfermos. Cansados, ambos estaban vigilando el horizonte, el cual estaba bastante pacífico. Las oscuras tonalidades del paisaje tampoco ayudaban mucho en caso de que hubiera algún intruso cercano y el cansancio de éstos, menos. Para que no se cayeran del sueño, ambos conversaban.
—Parece que te has hecho amigo de los otros cuatro, me alegro por ti— le felicitó por la novedad de éste.
—Gracias, aunque aún no he entrado en tanta confianza como con vosotros— añadió el rubio.
—Mentiroso— sonrió de lado la chica—, tú nunca has hecho como las parejitas cuando se dan de comer con ninguno de nosotros aparte de Caroline. No me digas que tú y Adam...
—¡N-no!— exclamó avergonzado.
—Sinceramente, yo creía que eras gay si no fuera por Caroline.
—Y tú lesbiana— rebatió.
—Ya, pero no eres el único que lo piensa, me encantan tanto los chicos como a ti— se rió de él.
—¡L-Layla!— le volvió a gritar.
—Nathan, ¿podrías callarte, por favor?— le pidió amablemente Félix a pesar de su tono, quien apenas acababa de llegar. El rubio se disculpó rápidamente y se calló definitivamente.
Félix estaba con ellos dos acompañándolos en el norte del refugio, quien observaba con cautela cada detalle que no notasen los jóvenes, y de vez en cuando les contaba trucos de supervivencia si por casualidades de la vida se alejaran del nuevo e improvisado hogar. Las horas pasaron y mucha información útil salía de la boca del negro amputado, sorprendiendo bastante a los dos.
—Sabes mucho sobre técnicas de supervivencias, ¿eras miembro de los Boys Scouts?— preguntó Layla curiosa.
—No, era militar— contestó el negro.
—¿Eras militar con una pierna amputada?— preguntó extrañado Nathan.
—Necesité dejarlo para recuperarme— contestó—. Tenía un sarcoma de ewing y me tuvieron que amputar la pierna para evitar morirme, y tras muchos tratamientos conseguí recuperarme. Sinceramente no sé cómo sobreviví, era bastante grande aquel tumor maligno.
—Eres todo un superviviente, incluso antes de que el mundo se fuera a la mierda— le halagó la negra asombrada por la lucha que tuvo que pasar Félix.
—Muchas gracias, no me hubiera sido posible sin la ayuda de mis familiares y el difunto marido de Theo.
—¿Theo tenía un marido?— preguntó nuevamente Nathan con el mismo semblante.
—Sí, pero él no corrió la misma suerte que yo— aclaró—. Por cierto, yo no dije nada sobre Jules, ¿de acuerdo?
—Claro, es normal que no se quiera sacar el tema...— asintió Layla inmediatamente y Nathan asintió después de ella para dar su palabra.
Y volvieron con el trabajo que se les había asignado, no sin tener charlas más o menos amenas, ya que Félix era más hablador de lo que creían los dos menores. Claro, sin alzar demasiado el volumen.
Llegó la mañana, y era la hora de desayunar. Tanto el rubio como la negra tenían grandes ojeras y apenas se podían mantener por ellos mismos, ya que el sueño les impedía desenvolverse con la libertad que deseaban. A duras penas llegaron al comedor y tomaron sus respectivas raciones y se fueron a dormir en las habitaciones.