Y así Nathan se vio rodeado de cuatro jóvenes, preguntando una y otra vez cosas sobre él, su procedencia y demás. Como era nuevo resultaba bastante llamativo para los cuatro jóvenes que le estaban rodeando interesados.
—¿Entonces te llamas Nathan? Lindo nombre, como tú...— le dijo una chica que llevaba una trenza morena adornado de unos grandes ojos grisáceos— Yo soy Agnes, encantada— dijo con una seductora sonrisa.
—Yo soy Candy— saludó una rubia de ojos verdes que le miraba tímida.
—...Y yo Chris— dijo un rubio de ojos azules indiferente.
—Y tú ya me conoces, Nathan— dijo Adam, el pelinegro de ojos verdes intensos que le rodeó el cuello con el brazo como gesto de amistad.
—Sí, sí...— contestó un asocial Nathan, incómodo por estar rodeado por los cuatro.
—Algo me dices que no estás muy a gusto con nosotros— le leyó la mente el pelinegro.
—Bueno, nunca me gustó estar rodeado de gente...— asintió algo inquieto.
—Entonces me lo llevo yo~— canturreó Agnes.
—Déjalo con tus estupideces, Agnes— le rebatió Chris. Agnes le sacó la lengua molesta.
—A mí me parece que estás agotado, ¿verdad?— preguntó Candy. Nathan volvió a asentir algo avergonzado— Vamos a buscarte la habitación donde están tus amigos.
—Gracias...— agradeció cansado.
Alain y Theo llegaron al nuevo "dormitorio" del pelinegro, quien estaba realmente agotado. Theo le indicó que se podía quedar con la cama que más gustase, así que Alain decidió al azar su nueva cama. Éste se tumbó cansado, le pesaba la espalda, no tenía ganas de hacer absolutamente nada.
Theo se sentó en el borde de la cama, expectante de los gestos del pelinegro. Alain bostezó energéticamente y le contagió el bostezo al mayor.
—Alain, ¿cómo ha sido vuestra vida fuera?— preguntó curioso.
—Íbamos bien, hasta que una horda de zombies nos atacó por la noche mientras estábamos borrachos.
—¿Os podíais permitir beber así sin más?— preguntó Theo incrédulo.
—Esa misma tarde la difunta novia de Nathan se encontró un mercado lleno de alimentos y bebidas. Esa misma noche la palmó la muy zorra delante de nosotros dos— dijo esbozando una pequeña sonrisa por el mal trago que les hizo pasar—. Mmm, creo que no era necesario contarte lo que le pasó a Carol.
—No te veía tan rencoroso— se rió por su mueca.
—Es que me odiaba, ya que iba por su novio, que en realidad es mi novio, pero que ha perdido la memoria y no me recuerda, así que ya no lo somos— dijo muy rápido—. Supongo que eso tampoco tenías por qué saberlo— sonrió de costado algo incómodo.
—Espera un momento, si cuando hablé con él no me dijo nada sobre vosotros dos— dijo confuso.
—Le acabo de decir que tiene amnesia, señor...— dejó la frase en el aire, esperando conocer su apellido.
—Soy el señor Winston— le mostró una cálida sonrisa—, pero simplemente llámate Theo, me haces sentir como un viejo si me llamas por el apellido— hizo un puchero.
—Un apellido muy elegante, como usted en sí— le siguió el juego entretenido.
Theo aprovechó la situación para acomodarse en aquella cama y acercarse más al rostro de chico de ojos celestes. Viendo que el pelinegro no se oponía, se tumbó para estar a la misma altura.