Era la hora de cenar y Alain llegó acompañado de Jade a la cantina. Ambos iban con los ojos rojizos, como si vinieran de llorar. La chica de las pecas dejó al pelinegro a su bola en cuanto notó la presencia del líder.
—¿Has curado bien a este enfermito?— le preguntó Theo a Jade, atrayendo cariñosamente a Alain en sus brazos.
—He hecho lo mejor que he podido, ya sólo necesita reposo absoluto— le avisó la chica.
—Perfecto, eso tendrá a partir de ahora— contestó apresuradamente Theo, todo iba viento en popa para él por una vez.
—Tampoco es para tanto, sólo fueron unos rasguños...— confesó incómodo el afectado.
—Será mejor que os deje solos...— dijo mientras buscaba con la mirada a conocidos, especialmente a Dallas, con la mirada, hasta que finalmente lo encontró— ¡Buenas noches!
—Buenas noches...— vieron a la chica alejarse rápidamente para encontrarse con el peliblanco.
No tardaron mucho en terminar de cenar y volver a la habitación. Alain insistía en volver a los dormitorios comunes, pero Theo se ofrecía a dejarle en su cuarto particular.
—Abuso de tu amabilidad, hoy duermo con el resto o en enfermería, tranquilo...— rechazó su oferta por enésima vez en la noche.
—No seas idiota, necesitas descansar y no encontrarás mejor lugar que mi dormitorio— insistió con orgullo.
—Debo descansar, y tampoco me apetece... intimar después de todo lo que ha pasado hoy— dijo llevándose la mano a las sienes algo afligido.
—Sólo tú piensas en sexo por lo que veo...— rodó los ojos— Tengo algo que hablar contigo, sólo eso.
—Ay Dios...— apartó la mirada avergonzado.
—Sólo entra— le dijo el mayor mientras abría la puerta del despacho-dormitorio.
Alain y Theo entraron y se sentaron en el borde de la cama de matrimonio. Alain tenía la cabeza agachada, mientras era discretamente observado por el mayor, quien no sabía cómo empezar.
—¿Ya estás mejor?— preguntó al ver sus nuevas vendas, pasando su mano sobre su nuca, acariciándola con sumo cuidado.
Alain asintió levantando, pero no gesticuló la respuesta con palabras, tampoco era necesario. El joven aún seguía cabizbajo, no estaba de humor para ser ni efusivo ni alegre como de costumbre. Y eso incomodaba un poco al mayor.
Cuando Theo estaba dispuesto a ir al grano, Alain abrió su boca.
—Te pido disculpas por lo de esta mañana— se disculpó seriamente, mirando a un punto fijo, esta vez con la cabeza elevada—. Realmente he sido muy imprudente hoy, lo siento.
—No te disculpes, de no haber sido por tus insensateces Sarah podría haber muerto de una peor forma— trató de animar al chaval.
—No sé qué decirte...— se juntó las palmas de sus manos y se las llevó a la cara, apoyándose en su nariz. Sus claros ojos comenzaron a aguarse y su nariz empezaba a picarle, indicando así que estaba al borde del lloriqueo.
—No me digas que no tengo razón. Pudieron haberle abierto las tripas, pudieron ser más de un zombie e incluso morir en soledad— dijo mientras ambos visualizaban mentalmente aquellas situaciones, apenados—. ¡Pero no!— dijo recobrando la compostura— Fue un mordisco en el cuello y lo más importante: se pudo despedir de su amigo, su único amigo.
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