Alain se había convertido de imprevisto en el canguro provisional de la pequeña Sarah por la llegada de su hermanito o hermanita, justo después de la interrupción tan inoportuna y la vergüenza que tuvo que pasar a causa de ésta. Ahora, aunque no estuviera desnudo se sentía al descubierto y analizado por los inocentes ojos de la niña rubia de ojos marrones.
—Seguro que será niña y la vamos a llamar Rose...— le dijo entusiasmada la pequeña, dejando de lado la timidez que tanto la caracterizaba— Jugaremos mucho a las muñecas y la sacaré a pasear en un carrito.
—Sí, eso está muy guay...— le siguió el juego con la mente en otra parte.
—¿Jugamos a las muñecas? Traje dos— dijo con un brillo en sus ojos esperanzada.
Alain no tenía ganas ni mucho menos, sólo jugaría con ella hasta que se aburriera y se durmiera. Tomó una de ellas y tras hablarlo, María Ester y Guadalupe quedarían a tomar el té.
—¡María Ester, ¿cómo te atreviste?!— exclamó Sarah con acento mexicano— ¡Por tu culpa Juanito Esteban fue comido por los monstruos!— abalanzó su Guadalupe sobre María Ester con una furia la cual Alain no pudo controlar, absorto por el giro argumental de la trama.
—¡EH! ¡Dijiste que íbamos a tomar el té! ¡No me engañes!— exclamó indignado el pelinegro.
—¡Jajá! ¡María Ester, era obvio que se trataba de una trampa, estúpida fuiste al creerme!— seguía interpretando su papel como si fuera su propia vida.
—Sarah, tranquila... ¿Así juegas tú a las muñecas?— preguntó Alain sin salirse de su asombro.
—Sí, siempre uso el mismo guión, pero he añadido a los monstruos para darle más realismo...—dejó salir nuevamente su faceta tímida— ¿No te gusta?— preguntó apenada haciendo pucheros.
—¿Por qué no jugamos a otro juego más tranquilo?— propuso mientras dejó a las muñecas apartadas.
—¿Como qué?
—Mmmm...— murmuró pensativo— ¿Veo veo?
—No.
—¿Quién soy?
—Nop.
—¿Nos vamos a dormir?
—¡Aburriiiiiiiiiido!— enfatizó su desacuerdo alargando vocales— ¡Ya sé! ¡Al escondite! ¡Al pilla pilla!
—Aquí no podemos... Será mejor que nos acostemos.
—¡No! ¡Quiero jugar!
—Pero así estamos muy incómodos— se llevó las manos a la espalda cansado—. ¿Y si mejor jugamos mejor tumbados en esta cama taaan mullida...?— dijo empujándola suavemente hacia atrás hasta que quedase tumbada.
—Vaaaaaale— cogió a sus dos muñecas y comenzó a murmurar un diálogo que parecía ser más tranquilo y amistoso que el anterior en un idioma que sólo entendían los críos, jugando con sus muñecas como una niña normal.
Alain bostezó agotado, quizás demasiado. Había sido un día muy largo y lleno de emociones, y pocas eran buenas. El chico dejó su mente en blanco y cuando cerró los ojos y la primera imagen que le vino fue Nathan, ese rubio de ojos marrones tan hirientes.
¿Después de todo lo que había hecho por él, antes y después de su amnesia fue para nada a parte de herirse a sí mismo? ¿Tan mal lo había hecho? ¿Tanto desprecio se había ganado por parte del rubio? A este punto Alain veía completamente inútil que le contase nada acerca de su vida anterior, su difunto mejor amigo, la íntima relación que tenía con él y su separación, su familia, la cual debía de estar más que muerta después de aquella tragedia... No merecía la pena, no sacaría nada bueno si lo contase.