Abrió los ojos pesadamente, cansado. Tras otra noche de mal descanso, el chico de las pecas se dispuso a levantarse del duro y frío suelo que usó de cama y salió del improvisado escondite que hizo para aquella noche. No tardaría mucho en seguir su largo camino en solitario.
El chaval, pues, era un joven no uno normal y corriente como lo solían ser la mayoría, y no precisamente para bien.
Era asquerosamente desafortunado: él era la clase de persona que se tropezaría cinco veces con la misma piedra e incluso más si alguien no estaba encima suya para evitar una sexta vez. Sí había una mierda en el suelo, no se sabía cómo que siempre la terminaba pisando aunque el resto del camino estuviera relativamente impecable, entre muchísimos ejemplos más. También tuvo muchas desafortunadas experiencias a lo largo de su vida que le hacían más penoso de lo que ya era aparte de su escuálida anatomía.
Pero algo bueno tenía el superviviente: mucha motivación, optimismo y ganas de luchar por sus objetivos. No iba a recorrer de una punta del país a la otra porque sí, sabiendo los riesgos que corría una vez saliese de lo que supuestamente era su "hogar". Tenía un único objetivo en la vida, y no era precisamente porque quisiera, sino por venganza y rencor.
Su única meta en la vida era matar a cierta persona que se la había jodido.
El joven de casi dieciséis años tomó su rumbo hacia la costa del océano Pacífico.
Él emprendió su "aventura" desde Washington DC. No hacía muchos días que había llegado a Minnesota, en dirección a Dakota del norte. Ni él mismo se podía creer que hubiera llegado tan lejos, especialmente por la cantidad de problemas en las que se veía envuelto en un abrir y cerrar de ojos.
En parte, dejando a un lado el sinvivir y la angustia que tenía que soportar, prácticamente estaba de turismo, viajando por el norte del país. No era muy aconsejable por el frío que debía aguantar puesto que su viaje se realizó en otoño e invierno, pero sabía que por una vez en su desastrosa vida le iba relativamente bien. Visitó muchos lagos, observó el verde paisaje de cada estado que recorría... Para él casi estaba de vacaciones, siempre tan optimista.
Tomó su gigantesco mapa del país que casi era más grande que él y comprobabó que iba por buen camino, yendo por las carreteras adecuadas. Pasando por el asfalto que ya nadie usaba y las cuales quedaban desérticas a excepción de los zombies, avanzó con su navaja en la mano por si tenía un ataque sorpresa de cualquier tipo de ser y con paso seguro. Y así todo el día mientras buscaba recursos entre los coches abandonados, caminando sin parar, siguiendo hacia delante.
Mirando en uno de los coches abandonados, escuchó un disparo no muy lejos de donde estaba. Alertado por el peligro que supondría quedar a la vista, entró con sigilo en dicho vehículo por el asiento del piloto.
Temeroso, miró a su alrededor con sus grandes ojos verdes y por ahora se encontraba a salvo. Ya fueran por los zombies o por los humanos, nunca se quiso acercar a ninguno de los dos bandos por miedo a lo que pudiera ser de él.
Se adentró en la parte trasera del coche y al intentar quedar en dicha zona, una mano le empujó hacia atrás, haciendo que se diera de espaldas con el volante y sonara el claxon que aún funcionaba, llamando la atención de los que estaban a su alrededor. Dicha muerta extremidad que le empujó hacia atrás estuvo a punto de herirle cuando le asestó su puñal en el cráneo hasta matarlo.
Observó a su alrededor asustado y otras muchas manos muertas se aproximaban al joven con intenciones de devorarle en cuestión de segundos. Acorralado, vio que la suerte hoy no estaría de su parte, sino que su esfuerzo y ganas de sobrevivir le harían vivir un día más.
Agarró una de dichas manos y lo atrajo hacia él para hundirle la navaja en el cráneo y lo mismo hizo con otro hasta que vio un camino por donde huir.