Los cinco estaban en aquel coche viejo a merced de la suerte, esperando encontrar un refugio para poder dormir la noche con la poca tranquilidad que se podía tener. El traqueteo del coche y los baches del camino hacían el camino más desesperante, aunque Nathan se había quedado dormido durante el trayecto, que ya resultaba más largo de lo esperado. A pesar de que éste desconfiara de todos ellos, al menos Caroline estaría a salvo.
Aunque Nathan no lo quisiera admitir, tuvo sentimientos hacia ella guardados desde el primer día en que se conocieron; y ahora que el mundo se echó a perder tenía su única oportunidad para poder demostrarlo, ya que en cualquier momento alguno de los dos se irían al otro barrio en cualquier momento.
Cuando Nathan abrió por fin sus marrones ojos, todavía estaban en el coche y, a juzgar por su dolor en el cuello, había dormido con una mala posición; aunque ese dolor pasara a vergüenza al notar la cabeza de Caroline apoyada en su hombro, y su brazo izquierdo rodeado por las suyas. El chico tenía el rostro más rojo que un tomate. Cualquier enamorado mataría por estar así con la persona a la que ama.
-¿Buena siesta, Bello Durmiente?- preguntó Dallas con un cigarrillo en la boca, ya encendido.
-Te agradecería que no me dijeras eso, es molesto- dijo pasándose la mano por el cuello, más calmado.
-¿Entonces son pareja?- preguntó Jade seria, que se incorporó en la conversación.
-¿Eh...? ¡N-no!- dijo el rubio recuperando el rubor de sus mejillas de nuevo.
-Ah, me creía...- dijo Jade con una sonrisa- Pero realmente lo parecen. ¿No piensas igual, Dallas?
-No te metas en asuntos ajenos, Jade...- dijo Dallas molesto. La chica de las pecas obedeció y cambió de tema.
-Entonces, tú debes de ser de por aquí...
-Realmente no siento que ésta sea mi casa, pero es lo que tiene ser huérfano, jeje...- rió incómodo Nathan- Aunque no encontraré mi hogar ahora que se ha ido todo a la mierda.
-Ya encontrarás tu hogar, tenlo por seguro- dijo con entusiasmo Jade. Nathan se limitó a sonreír.
Finalizando su conversación, Nathan se quedó mirando el paisaje que tenía a su derecha. Se podía ver cómo los anaranjados tonos del atardecer se fundían con el verde natural de los hierbajos de aquel campo, con unas blanca florecillas que se esparcían por todo el césped. También habían un puñado de vacas y corderos repartidos por las irregulares colinas de aquel paisaje. Una brisa del exterior hicieron que los hierbajos se deslizasen haciendo un baile entre ellas.
Cuando el rubio desvió su mirada a la ventana pasó a mirar el retrovisor lateral, donde estaba Alain durmiendo serenamente. Por un momento el rubio se fijó en los rasgos de su cara finos y a la vez tan atractivos. Sin dejar de mirarlo, no dejaba de pensar que estaba viendo un ángel dormir. La tranquilidad del pelinegro le transmitía la misma serenidad que la que tenía el chico en esos instantes. El vaivén de su profunda respiración le hacía quedarse en blanco...
Por eso estabas tan callado...- pensó Nathan sin dejar de mirarlo- Realmente eres muy tranquilo.
Y seguía en babia, hasta que una pequeña mano pasó por delante de sus ojos, hacíendole volver a la realidad.
-¿Nathan? ¿Me oyes?- preguntó Caroline extrañada.
-Ehhh... ¿qué querías decir?- pestañeaba rápidamente el rubio.
-¿¡Que qué haremos ahora!?- preguntó preocupada.
-Eh... Ahora mismo no...- dijo nervioso.
-¿A dónde vamos? ¿Y la comida? ¿Y el refugio?- preguntó con constancia- ¡Nathan, dime!- dijo agitando a Nathan.