CAPITULO 43

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Estaba en la biblioteca leyendo un libro, Owen se encontraba sentado junto a mí con las manos colocadas en su regazo y los dedos entrelazados, mirando hacia ningún lugar en particular.

-Veamos. –Le digo. –Hemos encontrado seis llaves hasta el momento, la de Metraton, Uriel, Gabriel, Rafael, y la última de Chamuel, lo que nos indica, que la mejor llave quedó para el final, y ¿Cuál es el arcángel más poderoso de los guerreros del Supremo?

-Miguel. –Contestó Owen, colocando su espalda al respaldar del sillón.

-Sí San Miguel, por eso encontrarla no va a resultar tan sencillo como con las demás.

-¿Define sencillo por favor?
–Expresó Owen tocando su abdomen, quizás recordando la herida hecha por el minotauro, o lo que fuera esa criatura.

-Es obvio que la llave de San Miguel es la más difícil de conseguir. –Señalo con desdén.

-Apenas llevamos tres pruebas y ya estoy exhausto. –Owen pasó las manos sobre su rostro.

-Lo sé, me siento igual.

-Jade ¿Te puedo preguntar algo?

-Claro, lo que sea.

-¿Cómo muero? Es decir, veo en tus pesadillas que estoy muerto pero no sé cómo sucede.

Sus castaños ojos me escudriñan y yo me paralizo, no le puedo contar la verdad, que son los ángeles los que lo asesinan. Bajo la mirada sin ser capaz de sostener la suya.

-Jade, por favor. –Insiste.

-Para que quieres saberlo. –Me levanto dejando el libro a un lado, me abrazo a mí misma y mi vista se pierde en el cielo raso.

-¿Tan malo es? –Su voz sonaba con incertidumbre.

Muevo la cabeza a los lados, el hecho de revivir su muerte, aunque todavía no ocurre, me duele.

-No morirás, no lo permitiré, la Pitonisa aseguró que el futuro es cambiante, podemos hacer que las cosas sean diferentes.

-Me matan los tuyos verdad, por eso no quieres decírmelo. -Afirmó.

Me quedé unos segundos sin moverme, hasta que Owen se colocó frente a mí y con el dedo índice levantó mi barbilla, me encontré con su mirada cargada de tristeza. Lo abracé, sintiendo su cercanía, ya una vez había perdido a una persona que amaba, la muerte de Cely me marcó para siempre, haría lo que estuviera a mi alcance para que Owen no pereciera.

-Jade. –Su voz me llamó con dulzura.

-Dime. –Contesté con mi cabeza puesta en el hueco de su cuello.

-Ya no quiero ser un demonio.

Levanté mi vista de inmediato, los ojos son la ventana del alma y Owen no mentía.

-¿Qué te hizo cambiar de opinión? –Inquirí.

-Tú, y el hecho de que cuando Tamiel contaminó mi corazón, no sentía nada, era una sensación de libertad pero a la vez, como si algo me faltara, por eso quería matarte, porque te convertiste en un estorbo, en una emoción que me controlaba, y me enfurecía no poder sacarlo de mi corazón.

-Pero no lo hiciste. –Añado.

-Pero casi lo hago, si de verdad El Tenebroso me convierte en un demonio puro, desaparecía lo que siento por ti, ¿Y qué sentido tendría mi vida si no te tengo conmigo? El amor siempre me pareció una debilidad, pero al conocerte, pusiste mi mundo de cabeza, y no sabes cuánto te lo agradezco.

Aquellas palabras me derritieron por dentro, ahora no me quedaba la menor duda que lo nuestro no era solo atracción, o todo este rollo de Los Ungidos, ambos nos amábamos sinceramente, y sonreí, no pudiendo mostrar mi felicidad.

Luz y TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora