CAPITULO 4

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Volví a despertar y me di cuenta que había anochecido, miré a mi alrededor y me encontraba sola. Me levanté con dificultad, aún estaba débil aunque ya me sentía un poco mejor.

Busqué algo con que defenderme pero no había nada, estaba en un cuarto decorado de forma rústica, me asomé a la única ventana pero la oscuridad no me dejaba ver el panorama.

Invoqué una bola de fuego celestial y atenta salí, la casa parecía desolada ¿Me dejaría sola? ¡No lo creo tan tonto! sabría que despertaría. Recorrí cada rincón pero no podía creer mi suerte, no había nadie.

Confiada desvanecí la bola de energía y al darme vuelta tenía a un demonio en frente de mí, traté de reaccionar pero él fue rápido, me rodeó por atrás y tapó mi boca, otro demonio se le unió.

-Mira lo que me encontré. -Una daga negra apareció en su mano y con ella presionaba mi cuello. _¿Qué hace una cazadora aquí? _Parecía preguntarle al otro demonio.

-No lo sé, Owen no lo reportó, es extraño.

-Está muy bonita. -Me pasó por la mejilla una lengua larga y pegajosa, sentí deseos de vomitar otra vez. Forcejeé para que me soltara pero eso hizo que intensificara su agarre. -No te muevas muñeca, o esta daga se clava en tu delicado cuello y te mueres.

Recordé los efectos del veneno en mi organismo, me quedé tranquila, tratando de estudiar mis posibilidades. Me concentré y sentí la energía brotar en mí, en un inesperado movimiento me deshice del que tenía en frente con el fuego celestial, al otro le golpeé a la altura de las costillas, logrando mi objetivo, soltarme.

-Maldita. -Espetó lanzándose sobre mí. No tenía ninguna arma con que defenderme, así que forme varias bolas de energía de fuego celestial pero las esquivaba con habilidad. Corrí hacia la puerta y al abrirla casi desfallezco del susto al darme cuenta que estaba suspendida en el aire. Apenas fui capaz de sostenerme del marco para no caer.

-No tienes a donde ir princesa. _Pude ver su mirada lasciva y de verdad comencé a preocuparme.

Arremetió contra mí de nuevo, luchamos cuerpo a cuerpo apenas logrando evitar que me cortara. No estaba bien ya que aún no me recupero de la herida, me fui sintiendo decaída, baje la guardia. Me golpeó con rudeza en el rostro, y por segunda vez su puño descansó en mi pómulo, haciéndome caer de espaldas.

-Me divertiré contigo primero, antes de eliminarte.

Sus intenciones no son buenas, entré en pánico.

-Alguien lo jaló por detrás pegando contra la pared, agrietándola. Pude ver a mi demonio, con su hermoso rostro desfigurado, debería de sentirme atemorizada pero él me inspira confianza, no entiendo por qué.

-¿Qué diablos haces Owen? ¿La quieres sólo para ti? ¿Es eso?

-¿Por qué estás aquí? -Le reclamó.

-Esa maldita mató a Mark.

Me volvió a ver sonriéndome de medio lado.

-Vete Edward, no lo repetiré dos veces.

-¿Qué hace ella contigo?

-No es de tu incumbencia.

-Lo reportaré.

-Hazlo. -Le contestó con serenidad.

El otro demonio se dio la vuelta para irse pero Owen, que así se llamaba al parecer, apareció una daga en su mano y se la clavó por la espalda, la daga no era de filo negro, sino brillante y plateada. De inmediato el demonio se evaporó.

Caminó hacia mí y evaluó los daños con un minucioso escudriño.

-¡Mal nacido! -Exclamó, levantándome entre sus brazos y llevándome de regreso a la cama. Me colocó con delicadeza, se dio la vuelta, entró a lo que creo es el baño y regresó con una toalla pequeña y un recipiente lleno de agua. -Déjame ver eso. -Me dijo, permití que me limpiara la sangre de mi rostro. -Lo lamento. -Se disculpó.

-Eres muy raro, no actúas como un demonio normal.

-¿Y cómo se supone que actuamos? -Me sonríe.

-Ya sabes, peligrosos y grotescos.

-¿Grotescos? ¿Debería de sentirme ofendido?

Levanté mis hombros en respuesta, era la conversación más extraña que estaba teniendo con un demonio, mi enemigo natural.

-No se ve bien, déjame intentar algo.

Colocó sus manos sobre mi cara y por inercia retrocedí.

-No te haré daño. -Me afirmó y le creí.

Una luz clara centelleo en sus manos y un calor me recorrió el rostro, cuando terminó no sentía dolor. Toqué la parte afectada pero no había nada.

-¿Qué hiciste? -Le consulto sorprendida.

-Te curé. -Contestó como si nada y se puso de pie.

-Los demonios no curan. -Lo encaro.

-No soy un demonio normal, como habrás notado.

-No, los demonios no pueden curar, sólo los ángeles.

Baja la mirada, y toma asiento en la orilla de la cama, coloca sus codos sobre su regazo y me vuelve a ver sosteniendo su mentón.

-Soy mitad ángel. -Me informó como si nada.

Abrí mi boca en una perfecta O, anonadada con lo escuchado.

-Pero también son mitad demonio. Mi madre era un demonio y mi padre un ángel.

-¿Estás de broma? -No puedo evitar preguntar.

-Nop, mis padres tuvieron una relación. Su unión estaba prohibida, así que lo mantuvieron en secreto lo más que pudieron hasta que yo nací.

-¿Y qué pasó con tus padres? _Pregunté interesada.

-Papá murió, más bien lo mataron, mamá lo traicionó, lo llevó a una trampa.

-¿Cómo sabes eso? -Indago con el ceño fruncido.

-Porque ella me lo contó, lo hizo para protegerme, fue la condición que ellos propusieron para no eliminarme.

-¿Por qué me estás contando esto?

-Porque lo preguntaste. -Volvió a sonreír. -Soy Owen por cierto. -Me extiende su mano. La tomé y una calidez me envolvió, él también lo sintió, estaba segura de eso.

-¿No te verás en problemas por haber matado a tu amigo?

-"Amigo". -Repite con amargura. _Ningún demonio es tu amigo, tienes que cuidar tu espalda, de lo contrario te apuñalarían si pudieran.

-¿Por qué me ayudaste? ¿Por qué estoy aquí? ¿De verdad me vas a intercambiar por el cofre?

-Esas son muchas preguntas. -Me vuelve a ver y sonríe formando una línea. De verdad que era atractivo, no podía dejar de ver sus labios. _Quiero ser un demonio completo, no ser más rechazado por ser un bastardo mitad ángel, quiero respeto, el cual por cierto he logrado ganar con esfuerzo.

-Pero tu padre era un ángel, puedo hablar con Anael y....

-No. -Me cortó la oración. -¿Crees que me recibirían? He hecho cosas horribles Jade, no tengo perdón de Dios.

-No lo sabes.-Respondí segura.

-¿Tienes hambre? -Me cambió el tema.

En ese momento mi estómago gruñó, de verdad que estaba hambrienta.

-Ven. -Me extendió la mano, la tomé, con nuestros dedos entrelazados llegamos a la cocina donde una humeante pizza reposaba en el desayunador.
-Andaba consiguiendo comida, no creí que esos idiotas aparecieran.

-Está bien, no fue tu culpa.

¿Qué diantres me pasaba? ¿Ahora socializaba con el enemigo?

-Come, está buena. -Tomó un pedazo y lo mordió, lo imité, estaba deliciosa.

-Gracias. -Agradecí apenas audible.

Él me volvió a sonreír, ¿Quién era este demonio? ¿Por qué me sentía así con él? ¿Será porque es mitad ángel? Si mi padre me viera ¿Qué diría? Pero bueno, él no está aquí, por el momento me conviene ser amable con él hasta descubrir cómo regresar a casa.

Luz y TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora