Arskel entró en la estancia, cerró la puerta tras de sí y tomó asiento frente a la mesa de madera abarrotada de objetos.
—¿Cómo has conseguido un huevo de dragón, Skadi? —preguntó con cautela.
—Lo he comprado —respondió la mujer como si se tratase de lo más obvio del mundo, acariciando el pico de Morrigan. El cuervo reposaba en su hombro, adormecido pero atento a todo.
—¿Y qué piensas hacer con él?
—¿Tú qué crees? Buscar a un idiota que lo compre a mayor precio.
—¿Y a quién...? —¿A quién se lo has comprado?, iba a preguntar Arskel, pero podría pasarse la noche interrogando a Skadi sobre aquel huevo, así que decidió que sería más fácil dejar que ella se explicase—. Vale, vas a tener que contarme la historia desde el principio.
Skadi sonrió de oreja a oreja: le encantaba contar historias, y mucho más si trataban sobre ella.
—Pues los dos pasados meses he estado siendo tasadora para Ailre. Lo he dejado porque me aburría soberanamente, pero una de las últimas noches va y aparece un chiquillo más o menos un par de años menor que tú —Arskel opinaba que alguien de esa edad no era ya ningún chiquillo, pero la dejó continuar—, y me trae este huevo, diciendo que lo ha robado en el sur y que viene de una línea muy codiciada de... esa raza del sur que se usa para carreras.
—¿Tres Sangres?
—Esa misma. Quería que se lo tasase, pero preferí comprárselo yo misma.
—Eso va contra las normas de los tasadores de Ailre —apuntó Arskel, cada vez más receloso de todo aquel asunto.
—Ya, pero Ailre no tiene por qué enterarse. Allí solo estábamos Ilmir, Harald y yo. Bueno, y el chico. Me dijo que quería al menos cincuenta de oro, pero no se lo creía ni él. Lo dejamos en veinticinco —concluyó con una mueca de satisfacción.
Arskel se echó las manos a la cabeza.
—¿Pero sabes cuánto te va a costar vender un huevo de dragón en el mercado negro?
Skadi se encogió de hombros y dejó escapar un siseo desdeñoso.
—Algo sacaré.
—¿Y si eclosiona antes?
—¿Pero cómo va a eclosionar? Si todavía no ha encontrado a su jinete.
Arskel suspiró. Esto es lo que pasa cuando alguien que no sabe de dragones pretende tratar con ellos.
—Skadi, siento tener que decirte que toda esa patraña de Los dragones no salen del huevo hasta que encuentran a su jinete verdadero es un cuento de hadas.
La esclavista quedó visiblemente desconcertada. E indignada también.
—¡Si fuiste tú el que me lo dijo!
—¡Pero no te puedes creer a pies juntillas algo que has escuchado en una leyenda! —Arskel se masajeó las sienes con las yemas de los dedos—. Dioses, dime que no crees en todos los cuentos que te contaban de pequeña.
Skadi rodó los ojos y resopló al mismo tiempo.
—Pues si el huevo se abre, venderé al dragón —resolvió en el momento—. No debe de ser mucho más difícil vender una cría que un huevo.
Arskel frunció los labios. No estaba demasiado convencido de que aquel negocio fuese a reportar algún beneficio. De hecho, seguramente acabase en una enorme pérdida, pero Skadi podía permitirse un desliz así, pues su padre tenía dinero de sobra.
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El ladrón de dragones
FantasiCayn no es más que un ladrón hasta que la vida le pone delante el botín más valioso que pueda imaginar: un huevo de dragón. A cientos de leguas de distancia, el príncipe Arskel, heredero del trono de las Islas de la Serpiente, es exiliado y despoj...