Aunque aquel fuese el primer día de clases en la Academia después del periodo de descanso, Valkiria despertó tan enérgica como siempre. Se lavó la cara con el agua de la jofaina, se trenzó el cabello y se puso unas ropas bastas adecuadas para las clases.
Ella y el resto del escuadrón —a excepción de Arskel, que se había marchado a quién sabía dónde— habían utilizado las últimas dos semanas para entrenar y estudiar. Habían perdido mucho tiempo en el viaje a la Tierra Rubí, así que la propia Valkiria se aseguró de establecer una rutina para que sus compañeros no se quedaran atrás.
No había ocurrido nada de especial interés durante ese tiempo. Adrian había encargado una nueva silla de montar con el dinero que Arskel le había prestado. Cayn había podido comprar ropa de abrigo para sustituir la que perdió en el incendio. Shedeldra había estado ocupándose de Cira, y entre todos habían intentado encontrarle a la niña un lugar donde quedarse y un trabajo de criada o jornalera en el pueblo cercano.
Para sorpresa general, el coronel Dynenthard había accedido a llevarse a la niña a la granja familiar y darle cobijo y comida a cambio de que ayudase a la madre y a los hermanos pequeños de Valkiria con las tareas. Nada más escucharlo, a Adrian se le iluminó el rostro, y Val estaba segura de que habría achuchado a su padre si no fuese porque este dio un par de pasos atrás.
Desde que Cayn y Adrian la rescataran de la subasta de esclavos, la pequeña pelirroja se había mostrado servicial con todo el escuadrón, cocinando durante el viaje, cosiendo los desgarrones en las prendas y lavándolas, ayudando con el mantenimiento de los arreos, cantando y bailando junto a su hermano para animar las veladas.
Justo ese día, parte de la familia de Valkiria llegaría a la Academia para recoger a Cira. La niña estuvo hecha una jaula de nervios desde que despertó. Seguía a Adrian por todos lados hasta que este le dijo que no estorbara y que fuese a las cocinas a ayudar a Wenda. La pobre chiquilla estaba tan alterada que a la media hora volvió a la carga. En cuanto veía que los compañeros de su hermano tenían un rato libre, se ponía a peinar a Shedeldra, a rogarle a Cayn que invocara al espíritu león de su llamador, a preguntarle a Arskel qué había hecho durante su viaje. Cuando empezó a pedirle a Valkiria que le dejase subir a lomos de su dragona, la muchacha perdió la paciencia.
—Cira, ¿qué te parece si te vas a jugar con los dragones? —sugirió con el tono más tranquilo de que fue capaz—. Cayn no tiene más clases con Eone, así que te deja que des un paseo con ella, ¿verdad? —Le echó una mirada elocuente al rubio, quien asintió sin pensárselo dos veces.
—Claro. Mira, ven conmigo. —Cayn se desvió en dirección la explanada que había ante las puertas del edificio principal de la Academia. Valkiria los siguió—. Pero ten cuidado de no meterte en los campos de entrenamiento, ¿eh? Date una vuelta por el bosque o baja al valle, si quieres —advirtió a la niña. Luego se volvió hacia su dragona y, mientras le quitaba la silla, le puso una mano sobre el hocico en gesto autoritario—. Y tú pórtate bien con ella.
Eone ladeó la cabeza y gorjeó, confusa. En cuanto Cayn le retiró la cabezada, se vio libre, alzó el cuello y echó a correr sin rumbo fijo. Fue y vino un par de veces, y tras desfogarse un poco volvió junto a su jinete, todavía excitada.
Dejaron a la niña al cuidado de la dragona, idea que no terminaba de convencer a Cayn.
—¿No crees que esto es un poco... peligroso?
Valkiria observó cómo Cira se alejaba trotando junto a Eone.
—Bah, Shedeldra y yo hacíamos lo mismo a los cuatro años. —Se encogió de hombros—. Y con los dragones de mis hermanos —añadió para que a su compañero le viniera a la mente la imagen de los enormes Estrella de la Mañana de los gemelos Geri y Freki, con sus fornidas colas acabadas en forma de bola de mangual.
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El ladrón de dragones
FantasiCayn no es más que un ladrón hasta que la vida le pone delante el botín más valioso que pueda imaginar: un huevo de dragón. A cientos de leguas de distancia, el príncipe Arskel, heredero del trono de las Islas de la Serpiente, es exiliado y despoj...