Capitulo 21

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TERCERA PARTE

La tarde transcurrió con tranquilidad para los tres compañeros. Esta vez decidieron no separarse y caminar juntos por todos los lugares más importantes de la ciudad, así como conocer los bellos jardines que la rodeaban. El saber que tendrían que abandonar ese planeta en pocos días, les hacía sentir que tenían que aprovechar todo el poco tiempo que quedaba para ver todo lo que no habían tenido oportunidad de visitar. La fiesta de esa noche sería una excelente oportunidad de conocer la forma en que se divertían los baleistanos. Caminaron sin rumbo hasta que vieron al sol acercarse al horizonte, momento en que dirigieron sus  pasos apresuradamente hacia el centro del pueblo a presenciar las festividades. La cantidad de personas que ya se encontraban congregadas era tal que ya habían varias cuadras alrededor de la plaza principal con las calles totalmente llenas de personas y niños que impedían ingresar más al centro de la ciudad. Cálculos aproximados les indicaron que había unas veinte mil personas participando de la reunión. Todos se alegraban ordenadamente, de una forma que podría ser la envidia de cualquier planeta incluyendo Términus. Sólo Gaia  podría rivalizar en orden con estas personas, fue el pensamiento común.

Una vez el sol se hubo escondido dejando la ciudad en la penumbra, todos los presentes permanecieron en silencio como si esperaran algo. Ningún movimiento perturbaba la imagen que se le presentaba a los visitantes. Solo Bliss empezó a mirar nerviosamente en todas direcciones como si ella sí escuchara un gran murmullo, el murmullo que hubiese existido en una manifestación de ese tamaño. Pasados varios minutos de tenso silencio, tiempo que pareció eterno por ellos, todos los allí presenten empezaron a expresar externamente una gran alegría y se abrazaban los unos a los otros con gran efusividad. Todos los que se encontraban próximos a los extranjeros igualmente los abrazaron como si fueran parte de la comunidad. Eso incomodó un tanto a Trevize que era reacio a ese tipo de manifestaciones, pero a Pelorat le causó una muy buena impresión y él mismo empezó a abrazar a todos los que lo rodeaban confundiéndose con un nativo del lugar. Bliss, al igual de Trevize, recibía los abrazos con imparcialidad pero permanecía con una mirada perdida como hundida en sus pensamientos. Una vez hubo terminado el ritual de los abrazos, la gente empezó a invitarse unos a otros a fiestas que tenían organizadas en sus domicilios. El grupo de extranjeros recibió una gran cantidad de invitaciones las cuales tuvieron que rechazarlas, debido a que ya habían dado su consentimiento para asistir a la organizada por el alcalde. Poco a poco la gente fue abandonando el lugar con notorias expresiones de alegría, lo que le indicó a Trevize que ya era hora de irse del lugar e iniciar la marcha de una vez a la casa del alcalde. Fueron caminando en silencio junto con un río de personas que, al igual que ellos, se dirigían a algún lugar para continuar con la fiesta. Finalmente llegaron a la casa del Alcalde, la cual estaba atestada de personas que ya estaban pasándola muy bien. Cuando el Alcalde los vio llegar, salió a recibirlos con alegría y los abrazó a los tres con la misma efusividad que habían empleado las personas que los rodeaban durante la manifestación. Ellos, por diplomacia, respondieron con un abrazo a todos los que salieron a continuar con el ritual. Pelorat, repitiendo lo sucedido anteriormente, abrazó con alegría a todos los presentes, quienes le devolvieron el mismo gesto de amistad. Una vez hubieron culminado los saludos, pasaron a participar de la charla que giraba en torno a muchos temas livianos y divertidos. Tuvieron que responder en varias oportunidades que en sus respectivos planetas no se celebraba ninguna fiesta como esa, pero que tenían igualmente fechas en que se divertían de otra manera parecida. Liliz se impuso la tarea de servir de anfitriona durante toda la duración de la festividad, cosa que mejoró el semblante de Trevize y hizo más pasable las horas que duró esta.

La fiesta perduró con la misma intensidad hasta que el sol nuevamente empezó a emerger por el otro extremo del horizonte. Tal como estuviese cronometrado y pre-programado, las personas empezaron sin que se les diga nada, a retirarse al unísono de las fiestas dirigiéndose a sus respectivas residencias. Los visitantes, sin necesidad de que nadie les diga algo, se dieron cuenta que al igual que los otros, tendrían que abandonar la fiesta cosa que hicieron con agrado. Nuevamente se enfrentaron con un río de personas que regresaban a sus respectivos hogares, corriente humana a la que tuvieron que acoplarse durante su trayecto hasta el hostal.

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