Regresaron al centro de la ciudad y nuevamente se dedicaron a las actividades cotidianas. Pelorat se dirigió como de costumbre, a visitar a su colega historiador para seguir investigando sobre la historia del planeta. Por su parte Bliss, con la misión crítica de aprender el idioma telepático de los habitantes del planeta, se dirigió con Pelorat pero permaneció en el jardín sentada con su mirada perdida en la vegetación y su mente intensamente concentrada en los mensajes telepáticos que circulaban por el planeta. Trevize, obsesionado con la imagen de Liliz, se dirigió a casa de su padre para buscarla.
Una vez frente a la casa de Liliz, Trevize no supo qué actitud tomar y permaneció indeciso por largos minutos. Ella le gustaba, eso no lo podía negar, pero ella era un robot y bajo las circunstancias en que se encontraba, representaba el enemigo, por así decirlo. Esa condición híbrida de humana y de robot no lograba entrar definitivamente en su mente, pues cada vez que había estado con ella había podido comprobar que su cuerpo no difería en nada o casi nada al de él. Él, un ser humano, era el producto de evolución de muchos millones de años a partir de un algún virus o bacteria. Ella, por otro lado, era el fruto evolutivo de una máquina. Analizando bien, ella no tenía nada que envidiarle y él nada que reprocharle por haber tenido diferentes puntos de partida en la carrera evolutiva. Con esos pensamientos en mente lo encontró Liliz frente a su casa, cosa que no fue percatada por Trevize, quien permanecía absorto en esos pensamientos. Ella tuvo que llamarlo por su nombre repetidas veces para poder traerlo de vuelta al mundo real, cosa que lo puso en una situación incómoda.
-Hola -respondió una vez tuvo conciencia de la situación. -Pensé que no estabas.
-Si hubieses llegado un poco más tarde, no me habrías encontrado, por que estoy saliendo a la escuela. Tuviste suerte.
-No sabía que estudiabas.
-Ya ves que sí. Todos tenemos que estudiar. No te habías dado cuenta por que cuando ustedes llegaron me tomé unas vacaciones, para poder atenderlos mejor.
-Muchas gracias por tu gentileza.
-Pero ahora tengo que ir a ponerme al día con todo lo avanzado, antes de que se acumule mucho y me sea muy difícil recuperar el tiempo.
-Ya me estoy sintiendo mal.
-No lo hagas. -dijo ella alegremente -En realidad he aprendido mucho de tu mundo con todo lo que me cuentas. Además que con mi padre he estado repasando todo lo que me correspondía estudiar en la escuela, por lo que en realidad no he perdido gran cosa y más bien he ganado mucho.
-Entonces me sentiré menos mal si me permites acompañarte a la escuela.
-Muchas gracias por tu gentileza.
Luego de la breve conversación, ambos caminaron sin prisa hacia la escuela, mientras ella comentaba sus anécdotas y vivencias en la escuela. Eso igualmente le hizo a él recordar lo que había tenido que pasar en su fase de estudios primarios, luego su intenso entrenamiento para ser un piloto espacial, y finalmente su posición como consejero de la fundación. Cuando llegaron, estuvieron frente a un gran edificio en el que no se escuchaba ningún ruido, por lo que no se habría podido adivinar que se tratase de una escuela. Todos allí estudiaban, como lo hacen en cualquier planeta en la galaxia, pero con una disciplina envidiable que nunca antes había podido ver en sus viajes. Ella se despidió indicándole que lo esperaba a media tarde, hora en que saldría con el resto de sus compañeros. Él asintió y la dejó asombrado por no haber pensado antes que, al igual que cualquier persona, ella y todos los niños y jóvenes del planeta asistían a una escuela para estudiar. Se había olvidado que en este mundo, sólo ellos estaban en unas prolongadas vacaciones, pero el resto de los habitantes tenían que continuar con su vida normal, trabajando o estudiando como el caso de Liliz.
Trevize, compartía dos obsesiones cada vez más intensas. Una era poder huir de aquel planeta que ya no le resultaba tan agradable, y la otra era permanecer el mayor tiempo posible junto a Liliz. La primera obsesión era fruto de su razón, pero la segunda era algo que no podía controlar. Durante el tiempo que ella estuvo en su escuela, él utilizó su tiempo en vigilar nuevamente el camino de salida para intentar seguir algún transporte que lo guiase hasta la estación de recepción de carga. Desafortunadamente su tiempo fue mal invertido, puesto que no tuvo la suerte esperada y no pudo ver ningún vehículo por ese camino. El hambre le recordó que no había almorzado y que ya se aproximaba el final de la tarde, hora que tenía que buscar a Liliz de su escuela. Emprendió la marcha a paso rápido para no hacerla esperar, lo que hizo que a su llegada sintiese los efectos del esfuerzo y del hambre. Ella aún no había salido, por lo que se sentó en una de las butacas que estaban afuera de la escuela para recuperarse del esfuerzo. A los pocos minutos que él hubiese llegado al lugar, un río de jóvenes salió del interior del edificio en un orden muy superior al que había visto en la escuela militar a la que asistió. Sin embargo el orden con el que se movían no frenaba la alegría que mostraban los rostros de esos jóvenes, tanto los varones como las muchachas. Finalmente entre la multitud de rostros sonrientes, muchos de los cuales le dirigían una mirada de evidente curiosidad, apareció el de Liliz quien segura de que él estaría allí, salía a su encuentro con la alegría propia de la juventud.
-Muchas gracias por esperarme -dijo ella a modo de saludo.
-No te hubiese dejado esperando. -contestó -Hubiese sido un mal gesto de mi parte.
-Te noto un poco cansado. ¿Tienes hambre?
-Sí. -respondió él al ver que ella adivinaba con facilidad lo que sentía en ese momento -En realidad tengo bastante hambre. Es que no he almorzado. Se me fue el tiempo y no me di cuenta que el día estaba terminando. Pero mi estómago no se deja engañar tan fácilmente como yo.
-Ven, te invito a comer algo que te gustará.
Siguieron detrás del río de muchachos que ya terminaban de abandonar el lugar dejándolo tan solo como antes de que salieran de la única escuela de la ciudad. Fueron caminando hasta un pequeño restaurante bastante alejado y muy próximo al límite externo de la ciudad. Cuando ellos llegaron, recién estaban abriendo las puertas del lugar, debido a lo temprano que era en ese momento. Sin embargo, al verlos llegar le acomodaron una mesa y los invitaron a sentarse, para después reanudad con sus labores interrumpidas por tan inesperada visita. Al tiempo que estuvieron sentados conversando de una gran diversidad de temas, el lugar empezó a llenarse con personas que claramente no eran del lugar y más bien se parecían a los granjeros que los recibieron en su primer contacto con la civilización del planeta. Cuando el sol ya hubo terminado de viajar por el firmamento, un joven nuevamente se presentó ante su mesa y les consultó qué querían cenar. Ella, mostrando un claro conocimiento de lo que allí se servía, pidió dos tipos de platos cuyos nombres jamás habían sido escuchados por Trevize en su amplia experiencia en culturas diferentes. El joven abandonó el lugar y pocos minutos después apareció con dos platos en sus manos. Los dejó sobre la mesa y luego se fue a atender al resto de los allí presente.
-Por lo que me has contado, -dijo ella mientras invitaba a Trevize a servirse del plato -hay muchas verduras y frutas que no son conocidos por los planetas de los que vienes. Baley era, como ya te diste cuenta, un adorador de su planeta originario y trajo todos los tipos de plantas y animales que habían, y los hizo crecer aquí. Es por eso que estoy casi segura que estos vegetales nunca los habías comido. Son muy sabrosos, y en este restaurante lo hacen saber aun mejor. Prueba, de seguro te va a gustar. Al menos eso espero.
Ante la descripción de tan sabroso plato, sumado con los deseos desesperados por comer algo, cualquier cosa, tomó sin mucho preámbulo sus cubiertos y con ellos los alimentos que se le presentaban. Desde el primer bocado se sintió muy complacido y totalmente de acuerdo con los comentarios de Liliz, no parando de masticar hasta que su plato estuvo totalmente vacío. Ella, por su parte no comió mucho, y le pasó parte de su ración para que tuviese la oportunidad de probar otro tipo de alimento, el cual fue tan bueno como el que ya había acabado. Una vez satisfecho con su estómago y su paladar, tomaron unos jugos naturales de frutas que igualmente no había tenido oportunidad de probar. Ese lugar era, por lo que pudo deducir, un restaurante de alimentos caseros típicos de las personas del campo. Una vez hubieron satisfecho sus necesidades culinarias, y hubieron agotado todos los temas de conversación, se levantaron de lugar y nuevamente caminaron sin prisa hacia la casa de ella.
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Baleista
FanfictionContinuación de la saga de LA FUNDACIÓN de Isaac Asimov. Golan Treviez, concejal de Terminus, luego de haber supuestamente concluido su misión de dar inicio al proyecto Galaxia, es guiado por la misma mano invisible que lo ha acompañado toda su vida...