Llegada

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Llegué al aeropuerto a las 18:30. Fui a buscar mis maletas, por suerte aparecieron rápido. Mi coche, como siempre, ya estaba en el parking. Metí mi equipaje en el maletero y me senté en el asiento del copiloto con el móvil en mano. Puse el GPS con destino a mi apartamento.

Tras 20 minutos y dar varias vueltas en alguna que otra rotonda llegué. Estaba situando en una calle bastante tranquila de Manhattan y tenía garaje. Mi plaza era la Nº36, aparqué y subí sin las maletas, antes de llevar nada quería verlo.

Subí en ascensor hasta la 8ª planta, donde se encontraba. Era el A. Introduje la llave en la cerradura, giré a la derecha y abrí la puerta. Entré y había un recibidor muy espacioso. A la derecha había un sofá con una televisión. Y a la izquierda una gran cocina. A continuación de esta había una puerta. Fui hacia allí y la abrí. Era un gimnasio. Tenía hasta un gimnasio. Máquina de correr, bicicleta, pesas... Al fondo a la derecha, había unas escaleras que llevaban al piso de arriba. Al lado había una terraza. Salí. Daba a la calle, era bastante amplia. Había una mesa con dos sillas, me gustaba bastante. Detrás de las escaleras había una zona de almacenaje.

Las subí y lo primero que había era un pasillo que se abría en una gran especie de círculo, en el medio había una mesa con decoración moderna. En las paredes de este círculo había varias puertas. Abrí la que tenía en frente, había un baño. Era enorme, tenía una gran bañera, ducha... Ya sabéis, todo lo que tiene un baño. Salí de este y entré en la puerta que había al lado. Era una gran habitación. Mejor dicho, mi gran habitación. Nada más entrar a la derecha había un escritorio pequeño con una silla. La cama estaba a dos escalones más alta. A cada lado tenía dos mesillas. En la pared derecha había una puerta. Fui hacia ella y la abrí. Era un vestidor. Un vestidor. ¿A caso le faltaba algo a esta casa? Volví a la habitación de nuevo. Me encantaba. Estaba hecha para mí.

Salí al círculo. Aún quedaban dos puertas más. Abrí una puerta de las que quedaba. Era un dormitorio más pequeño, sería el de invitados. No estaba mal. Aún había otra puerta más. La abrí. Era una habitación con una mesa de estudio bastante grande, muchas estanterías y cajones. En la parte del fondo había una silla muy cómodo donde podría leer. Salí de esta y entré en la de al lado. Era bastante pequeña. Tenía una lavadora, secadora y plancha.

Me alucinaba que los espacios de la planta baja no estuviesen divididos por paredes, salvo el gimnasio. Me pareció que el espacio estaba muy bien organizado. Predominaban el blanco, el gris y el negro en toda la casa. Era muy simple, básica y moderna. Para mí, era perfecta. Ni muy grande ni muy pequeña. Tenía de todo. Estaba muy bien iluminado por luz natural, ya que estaba lleno de grandes ventanas. Estaba en una zona muy tranquila del barrio de Manhattan y además en el centro. ¿Tenía algo malo?

Decidí bajar a por las maletas. Llegué a casa y lo primero que hice fue subir a mi habitación con estas. Puse la música a tope y empecé a deshacerlas. Una hora más tarde el vestidor ya estaba listo. Fui al baño y deshice el neceser. Volví a mi habitación y ordené las cosas que llevaba en la mochila.

La verdad, no tenía mucho que hacer. Ya estaba instalada. Decidí ir a hacer la compra, mañana iría de compras. El verano estaba llegando. Bajé a la entrada de edificio. Era preciosa. Paredes de mármol blanco y pequeños detalles preciosos. Había un portero detrás del mostrador. Una placa en su uniforme indicaba que su nombre era Thomas. Era regordete y moreno. Ojos castaños.

- ¡Hola! Mi nombre es Thomas. - dijo él sonriente, parecía agradable. - Tú debes de ser Dakota, la nueva vecina del 8º, ¿no?

- Sí, encantada. - dije sonriendo

- Un placer, ¡si tienes algún problema no dudes en avisar!

- Vale, gracias, adiós - dije mientras salía por la puerta.

DAKOTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora