Capítulo 30

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Capítulo 30 

- No sabía que fueras amiga de Megan McCan – me dice esa noche James mientras me estoy llevando un trozo de tortilla a la boca.

- La he conocido hoy.

- Y ya sois amigas? Sabes que siempre está con Abigail, verdad? – dice incrédulo mientras deja el tenedor en la mesa.

Asiento.

- Pensé que no te caía bien. – me observa atento mientras apoya el codo sobre la mesa y la barbilla sobre su mano.

Me encojo de hombros y acabo de masticar.

- Y no me cae bien, pero Meg es diferente, y no me gusta lo que le está haciendo Abigail. – replico.

Solo me observa.

- Qué?

- Nada – contesta retomando su cena. – Solo ves con cuidado. Abigail puede ser muy extrema cuando se trata de algo que le incumbe.

- No me digas – refunfuño en voz baja.

- Dices algo? – inquiere curioso.

- Nop

*

Cojo aire, estoy nerviosa, debo admitir que suelo ser una persona un poco lanzada, casi siempre he sido yo la que se ha lanzado sobre James. Sí, podríamos definirlo claramente como "lanzarse".

Debería ser un poco más medida y esperar a que fuese él quien iniciara algo? Puede ser, pero admitámoslo, quien se podría resistir a algo así si estuviera en la misma situación que la mía?

Me repaso una vez más en el espejo, llevo un pijama nuevo, tanto los pantalones largos como la camiseta de manga corta tienen unos puntos de transparencia en la que depende con que luz o sitio lo mires puedes ver perfectamente la piel que hay debajo.

Por desgracia no he sido tan atrevida como para no ponerme un sujetador debajo de la camiseta.

Vuelvo a coger aire mientras me paso las manos por la cintura.

Lista.

*

Toco a la puerta, y me responde la voz de James desde el interior.

- Si?

Abro la puerta una rendija y me asomo, discretamente me limpio la baba al verle con unas gafas de pasta fina que le quedan fabulosas.

- Nunca te había visto con las gafas – le digo mientras entro en la habitación y cierro la puerta a mi espalda. Noto como me da una repasada fugaz antes de posar su mirada de vuelta al libro que tenía abierto.

- Sí, es verdad – murmura mientras toquetea con la mano los bordes del libro, nervioso e indeciso sobre lo que hacer.

- Que hacías? – le pregunto, aunque sea algo obvio, mientras me siento en la cama, al lado de su escritorio.

- Estudiar – se sube la montura de las gafas que se le habían resbalado por la nariz. – Necesitas algo? – titubea, nervioso mientras alza la mirada por unos segundos para seguidamente volver a bajarla tímido.

Se ha cambiado de ropa.

Lleva una simple camiseta blanca de manga corta y unos pantalones de chándal grises y anchos que estoy deseando que se ponga de pie para que bien le sientan a su culo.

- Que es?

- Matemáticas – me contesta con una media sonrisa picarona, conociendo mi aversión por esa asignatura.

- Que... divertido. – arrugo la cara. – Si quieres te hago compañía. – propongo mientras apoyo el codo en la mesa con la mano en mi barbilla.

Me mira de reojo, inseguro de cómo proceder ante esta situación.

- Como quieras, no creo que te diviertas mucho... pero es decisión tuya.

Asiento con la cabeza a lo que él vuelve a concentrarse en lo suyo.

Es tan mono, con esas gafas que le hacen parecer tan joven, verdaderamente de su edad.

Se concentra y arruga un poco el entrecejo mientras se muerde suavemente el labio inferior. Estoy celosa de esos dientes ahora mismo.

Lo miro y no puedo evitar la primera vez que lo besé, cuando él estaba durmiendo en esta cama y entré a escondidas para robarle un beso.

El recuerdo hace aflorar una sonrisa de mis labios mientras inconscientemente acaricio la cama con la otra mano.

Veo que mueve la cabeza de un lado al otro mientras cierra los ojos con fuerza.

- Estas bien?

- Sí, es solo que tanto rato en la misma postura ha hecho que me duelan un poco las cervicales. – contesta mientras mueve los hombros arriba y abajo.

Lo veo moviendo todo el rato intentando destensar la zona y en un impulso me levanto y me coloco detrás de él.

- Que haces? – me pregunta dudoso mientras gira la cabeza hacia mí.

- Que voy a hacer? Ayudarte.

- Ayudarme? Cómo?

Le coloco las manos en el cuello, y poco a poco y con un poco de presión voy masajeando la zona hasta llegar a los hombros y de vuelta hacia arriba.

- Haciendo esto. Te duele?

Cierra los ojos, relajado, mientras deja caer un poco la cabeza hacia delante para dejarme a mi más espacio para el masaje.

- No – susurra bajito.

Estoy un rato dando el masaje y mirando cómo suben y bajan los hombros al compás de su respiración. Me tienta más allá de lo razonable el tener mis manos en él. Así que poco a poco, y sin que se note un cambio muy brusco le pasó las manos por la nuca acariciando levemente el pelo.

No es hasta la tercera vez que repito la acción cuando noto que él ya ha abierto los ojos y que está pendiente de todos mis movimientos.

Decido cambiar y le acaricio suavemente el lóbulo de la oreja, haciendo que inconscientemente tire la cabeza hacia la derecha para dejarme más acceso a la zona. Le acaricio suavemente un par de veces hasta que guío mis manos a su mandíbula y suavemente y sin prisa le inclino la cabeza hacia atrás hasta posarla a la altura de mi abdomen.

De manera que nuestros ojos vuelven a encontrarse después de un rato; le acaricio la cara suavemente, pasando por las mejillas, la nariz, los párpados y los labios.

Acaricio esos labios con mis dedos y no puedo dejar de imaginarme cuando estaban posados encima de los míos. La respiración de James se ha vuelto más pesada por momentos y al separarle un poco los labios con mis dedos noto su aliento acariciándome.

Sus ojos no se separan de los míos, tan grises, tan penetrantes. Y empieza a aparecer un amago de rubor en la zona de las mejillas.

- En qué piensas? – susurro sin querer romper el momento, la atmósfera.

Suspira temblorosamente haciendo que su aliento choque estrepitosamente con los dedos que aún están en sus labios.

- En ti.


¿Y por qué no?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora