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No puedo expresar en palabras lo enfadado que estoy con ella, no valió para nada la pena haber asumido el total de la culpa para protegerla. ¡A ella ni siquiera le importa! Pensé que ya había aprendido, pero veo que no, debo dejar de entregar demasiado por alguien, especialmente cuando es una persona que conozco de hace poco tiempo. Es complicado, lo siento así, pero de todos modos no puedo pensar más en ello por ahora, voy camino a casa y mamá no merece verme así y con mayor razón cuando no sabe lo que pasó.

Estuve de pie unos segundos en la puerta antes de girar la llave, respiré hondo y relajé mi cuerpo, especialmente los músculos de mi cara, lo que menos deseo en este momento es que mamá me note tenso. Abrí la puerta y me sorprendí al no ver a nadie en la sala de estar, subí rápidamente las escaleras y fui al cuarto de mamá. La habitación estaba vacía, al igual que el baño. Me devolví a la primera planta saltándome escalones, pensando en lo peor ¿estará otra vez en el hospital? Entré a la cocina y Sebastián estaba guardando platos y tazas. Lo miré raro, ¿por qué haría las labores domésticas de mi casa? Noté que traía audífonos, toqué su hombro para llamar su atención y volteó sobresaltado.

― ¿Dónde está mamá? ―pregunté preocupado.

―Buenas tardes para ti también ―dijo con una sonrisa ―. Tranquilo, salió a pasear con mi mamá ―guardó otra taza. Me acerqué un poco y lo detuve.

―Gracias... Eh... no tienes por qué hacer eso, lo agradezco pero no te corresponde,

―Lo sé ―terminó de guardar el último plato y volvió a verme ―. Técnicamente, estoy ayudando a mamá a cuidar a tu mamá... ―lo miré confundido― Seguramente mi mamá no te dijo, pero hace unos días se cayó y se lesionó su brazo. Es por eso que mi hermana y yo hemos venido últimamente ―asentí, entendiendo el porqué de la invasión que apareció de la nada, es bueno que ayuden a su madre.

―Ah... pues gracias, de nuevo ―sonreí―. De todos modos, si hay algo que necesiten pueden decirme.

Me retiré de la conversación, y fui a la sala para ver televisión, o al menos lo intenté porque estaba tan distraído con el escenario de hace unas horas que no lograba concentrarme en el programa que estaba siendo transmitido.

― ¿Estás bien? ―me preguntó Sebastián, sentándose en uno de los brazos del sofá. Lo miré con recelo ―. Oye, no me mires así... ―dijo riendo ― Puedes confiar en mí, a kilómetros se ve que algo te pasó, mi intención no es ser invasivo, solo quiero saber si estas bien.

―Eh... ―suspiré abrumado ―Estoy bien, gracias de todos modos por preguntar ―volví mi vista al televisor.

―En serio, puedes decirlo, hablar siempre te hace sentir mejor ―oculté mi sonrisa. Se siente bien, hace mucho que alguien no me transmitía confianza para abrirme sentimentalmente.

― ¿En serio quieres saber?

―Por supuesto Dan ―dijo sentándose junto a mí. Esta vez si sonreí por cómo me llamó.

Abrí la boca y las palabras salieron sin la necesidad de esforzarme en que todo lo que fuera a decir tuviera sentido, o pensar en la cronología de los hechos o en cualquier otra cosa. Sebastián escuchó con atención todo mi monólogo, y cuando terminé dijo:

―Bueno... tal vez suene raro, pero te entiendo muy bien, yo también tuve una novia así.

― ¿Y qué hiciste?

―Terminamos porque me engañó.

―Vaya... lo siento, quiero creer que Rebeca no es...

― ¿El nombre de tu novia es Rebeca? ―asentí con su mirada fija en mí ― ¿De cabello rubio y ojos verdes?

Desilusión IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora