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Blanco, todo lo era. Miré la habitación nervioso, y el sonido del electrocardiograma me hizo colocar los pies en la tierra otra vez. Lo último que recuerdo es a Rebeca en la ambulancia, ¿Dónde se supone que estará ahora? Tengo que saberlo. Decidido, intenté levantarme, pero la jaqueca me detuvo, al igual que la aguja bajo mi piel.


― Tranquilo, cuando estés estable y cumplas el plazo de observación podrás irte ―dijo una enfermera. Ni siquiera había notado su presencia, se acercó con un lápiz y unos papeles ―. ¿Recuerdas tu nombre? ―asentí― ¿Sabes en dónde y por qué estás aquí?

― Creo que sí...

―Tuviste una sobredosis. Poseías éxtasis, anfetamina y metanfetamina, y en tu sangre solo encontramos anfetamina... ¿Eres consciente de ello, y de que además es ilegal la posesión de drogas? Podrían procesarte por microtráfico.

Estoy sorprendido, pero no del todo. No puedo hacerme el desconcertado, cuando Rebeca me dijo que las tomara asumí que nos íbamos a drogar. Miré a mi alrededor otra vez, es una clínica, debe serlo porque parece costoso. Terminé de responder otras preguntas, y casi al mismo instante en el que la enfermera de fue, Luz apareció en el umbral de la puerta. La vi nervioso.

― Me alegro de que hayas despertado... ―tomó mi mano maternalmente ―. ¿Cómo te sientes?

―Eh... bien, sólo me duele la cabeza ―me miró con desaprobación, asumí que lo sabe todo, es obvio ―. No le dirás a mamá, ¿verdad...?

―Por supuesto que no, para tu suerte te cubrí. ¿Qué se supone que estabas pensando? ¿Ella te las dio? ¿Acaso eres adicto a esas mierdas? ―dijo más directa de lo que esperaba, pensaba hablar de sus hijos y de mamá, pero no la veo con intenciones de hacerlo.

―Yo... Nada, no voy a mentirte, solo estaba con esa chica y confié en ella... yo... no creí que saldría tan mal...

― ¿De dónde las sacaste? ―preguntó molesta. No quiero perjudicar a Rebeca, a juzgar de su historial hasta ahora y de lo experimentada que parecía, ya debe tener problemas con eso, soy joven y no creo que esto manche mis papeles. Ella en serio me importa, no podría hundirla diciendo la verdad y confesar que todo fue su idea.

― Las compré.

― ¿A quién?

― Ya no tiene importancia.

― ¡¿Por qué lo hiciste?! ¡Con qué objetivo! ¿Era para llamar la atención de esa chica...? ¿No podías hacerlo de otra forma? ― no puedo negar que me siento bastante culpable por hacerla sentir tan mal, además de la responsabilidad que le di al mentirle a mamá...―¡¿Estás escuchándome?!

― Sí...

― ¡Aún no puedo creerlo! ― se acercó a mí y colocó su mano en mi mejilla― Eres como mi hijo, eres un buen chico, por favor dime que era ella quien tenía toda esa mierda...

― Lo siento Luz, pero no voy a mentirte― que ironía. Y entonces, empezó a llorar. Maldición la cagué, y en grande. Secó sus lágrimas rápidamente y me miró a los ojos.

― ¿Qué le diré a tu madre? ¿Tienes una alguna idea de lo que le diré a tu madre? ¡Por supuesto que no lo sabes! ¡Ni siquiera pensaste en ella! Sólo deseo que no desarrolles ninguna adicción, y también espero que esa mujer que te apagó el cerebro no se meta más en tu cabeza― nunca la había visto tan enojada― Sabes que tu madre va a morir, y no por su enfermedad, sino por el disgusto que le darás cuando se entere de un tercio de esto ― eso si dolió. Las ganas de llorar me ganaron. Luz me miró arrepentida, llena de culpa ―. Lo siento Daniel, no quise decir eso.

― No importa ―suspiré ―. En todo caso tienes razón, mamá puede morir en cualquier momento, pero prefiero no pensar en que la matará primero,  ya sea el cáncer o aflicciones que puedan ser causadas por mí.

― Daniel lo siento....

― En serio, no tiene importancia, agradezco que hayas venido, pero preferiría que te fueras, y para que estés tranquila deberías saber que no necesito tu ayuda para salir de esto ― dije dolido, evité el contacto visual, y segundos después se retiró de la habitación. De todos modos, tengo que admitir que Luz tiene razón, no sé que haré con mamá.

* * *

Horas después, de estar dormido o pegado viendo el techo en la misma posición, la enfermera que vi cuando desperté entró al cuarto, viéndome con una sonrisa.

― Daniel Moore Cruz... ―dijo leyendo la ficha ― puedes irte ―. Me entregó una bolsa con mi ropa. Se acercó para quitarme delicadamente la aguja y me puso un parche en donde estaba conectado el suero. ―Antes de que te vayas debes pasar por recepción. Cuídate, que tengas una buena tarde.

― Gracias ― le agradecí antes de que se fuera. Tomé mi ropa y la puse sobre la camilla, me quité la bata clínica y me coloqué mi polera. Terminé de cambiarme y fui hasta la entrada del edificio. Apenas llegué, pregunté por la habitación de Rebeca, al recibir instrucciones me dirigí a ella con largos pasos.

―Tuvo una sobredosis, pudo caer en coma. Los exámenes dieron positivo en metanfetamina, éxtasis y anfetaminas, pudo hasta morir, podrías hablar con ella cuando esté mejor ―me explicó la enfermera después de haberme presentado. Me dio una dirección de narcóticos anónimos y me dijo también las consecuencias físicas y psicológicas que provoca la drogadicción en el organismo, si quería asustarme lo logró, no volveré a meterme nada en mi vida. Cuando terminó su charla antidrogas, me entregó las cosas de Rebeca y se fue. Me acerqué a ella y me senté junto a la camilla. Tomé su mano, y varios segundos después abrió sus ojos.

― ¿Cómo te sientes? ― me miró y nerviosa vio a su alrededor.


― ¿Dónde estamos? ― me dijo espantada.

― En una clínica ¿Eso es malo? ― pregunté confundido.

― Por supuesto que lo es. ¿Por qué rayos me trajiste?― dijo molesta.
― Porque estabas casi inconsciente, y estabas terrible― dije obvio― ¿Qué querías que hiciera?
― Nada.

― ¿Nada? ¿Tenía que esperar a que convulsionaras acaso?

― Con que me acompañaras era suficiente. Siempre se me pasa.

― ¡Pudiste haber caído en coma! ¿Y no te agrada la idea que haya llamado a la ambulancia? ¡Además me drogaste!
― No lo hice, tú aceptaste las píldoras.

― Por lo menos me hubieras dicho qué y cuándo estaba consumiendo. Sólo confiaba en ti...
― ¿Confiaste en una drogadicta?― dijo con una sonrisa sarcástica. La miré decepcionado.
― ¡Oh, claro! No tenía como saber que te metías drogas duras, entre otras... ―levanté las cejas, viendo el techo para no toparme con su mirada, era casi como otra persona.

― Apenas nos conocemos, no debiste confiar. Y si esto vuelve a pasar, no llames a la ambulancia otra vez ¿Te queda claro?


― Me queda claro que prefieres morir por sobredosis, ¡ah! Tampoco te preocupes demasiado, no se volverá a repetir ― me alejé de ella ― Ni siquiera sé por qué me preocupo por ti.
― ¿Ahora te preocupas por mí?

―Desgraciadamente sí, hasta me eché la culpa para que no cayeras sola y admití que compré esa mierda que me diste.

―¿Por qué harías esa estupidez? ―dijo con una mezcla de confusión e ironía.

―Bueno, usualmente cuando alguien te gusta...― dije sarcástico ―, te preocupas por esa persona, y solo no quería que salieras perjudicada. Me parece mucho que tenga que explicártelo ―la miré indignado. Dejé las cosas que me pasó la enfermera sobre su camilla y tomé mi chaqueta.

―Daniel...

―No quiero hablar contigo ―admití enojado. No puedo creerlo.

Desilusión IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora