13-. Presentación.

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Nuevamente me dejaron con la incertidumbre. Ariana no quiso soltar nada, y eso me frustra mucho.

En estos momentos estoy en una tienda.
Terminé de comprar, y salí de la tienda. 

Caminaba tranquilamente por la vida, pero algo captó mi atención. A unas dos cuadras de distancia, entre un callejón. Estaba Rebeca.

No de nuevo. 
Estaba acorralada contra la pared por Jack, y a su alrededor estaba los amigos de él de la última vez, hasta creo que hay dos más. No estoy seguro. Me siento ciego, no traigo mis lentes.

Caminé más cerca, y antes de que pudiera ver quien era cada uno de ellos, se fueron por el lado opuesto a mi dirección.
Rebeca siempre matándome de los nervios, se quedó parada, como si estuviera en trance o en shock, se quedó así unos segundos y después caminó un poco  atontada. 
Al darme cuenta que estaba bien, seguí mi camino.

Llegué al hospital y caminé hasta recepción, me registré y fui hasta la habitación de mamá.

La vi por la ventanilla de la puerta y el mundo se me vino abajo, no pude evitar que la tristeza me invadiera. Es difícil ser optimista en estas circunstancias.
Abrí la puerta con cuidado y entre en silencio.

— ¿Mamá...?― abrió los ojos con debilidad.

― Me alegro mucho de que estés aquí...— me miró fijamente. Sólo fue un estúpido día que no la veo y a pesar de eso la veo cada vez peor. Y como duele, duele como el maldito infierno . No sé como lo soporta, al menos yo no podría.— ¿Qué traes ahí?—dijo con curiosidad al mirar la bolsa que traía. Le sonreí.

— Te traje flores.— saqué un ramo de la bolsa.— Te traje margaritas moradas, tus favoritas.— le dije sonriendo.

— Daniel, esos son tulipanes.— dijo riendo.

— ¿Qué?— golpeé mi cabeza con mi mano— No puedo creer que me haya equivocado de flores...— maldición— Mañana te traeré de...

— No te equivocaste de flores. Esas son mis favoritas.— dijo riendo.

— Bueeeno... — dije aliviado— ¡Ah! ¡Traje otra cosa!— me miró con curiosidad— Cierra los ojos. Sin trampa.

— Ok...— dijo sonriendo. Abrí la bolsa otra vez y saqué una peluca de payaso, de esas que tienen muchos colores. Me la coloqué y no pude evitar verme en el reflejo de la ventana. ¡Me veo terrible!

— Abre los ojos.— hizo lo que dije, y con tan sólo verme, empezó a reírse, débilmente, pero sonrió al fin y al cabo.

— Te ves ridículo.

— No me digas...—le sonreí—Y eso no es todo.— me miró confusa.

— ¿Más sorpresas?

— También traje una para ti.

— ¿Qué? ¡No!

— Por supuesto que si.— saqué otra peluca de la bolsa y caminé hasta ella para colocársela.

— No pensé que hablabas en serio cuando me dijiste que me comprarías una peluca de payaso.— dijo como niña enojada.— Espero que nadie me vea así. 

Me puse junto a ella y saqué mi celular.

— ¿Qué haces?

— Quiero sacarme una fotografía contigo. ¿Eso es malo?— me miró seria.

— No quiero fotos en este estado Daniel.

— ¿Con peluca de payaso?— dije divertido.

— Sabes a que me refiero.— por supuesto que lo sé.

— Ya.. lo siento.— suspiré— ¿Ni una sola foto?

— Bueno ya.

— Pero quiero que hagas alguna mueca.

— ¿Te parece poco lo ridícula que me veo?— dijo riendo.

— Si.— dije divertido—Sólo es una foto.

Saqué la foto, salimos muy graciosos, ambos estábamos haciendo muecas. Y la verdad, no sé cual de los dos se veía más ridículo.

  — Sólo quitame este vómito de arco iris de la cabeza antes de que te vayas— dijo bromeando— Aunque podría quedármela... No me gusta estar totalmente calva.— dijo un poco triste.

— ¿Y un pañuelo?

— ¿Un pañuelo?

— Sip. Una vez me dijiste que cuando eras joven usabas pañuelos en la cabeza.

— Ah.... Lo había olvidado.

Una enfermera entró y nos miró con curiosidad. Me saqué la peluca y sonreí nervioso.

— Hola...— dije avergonzado.

— Hola Daniel.—sabe mi nombre...— Tu mamá habla mucho de ti— con razón...— Es hora de que tome sus medicamentos.— dijo sonriendo.

Me alejé un poco de mamá para darle espacio a la enfermera. Se colocó junto a mí, donde había una mesa alta. Dejó unas botellas y unas píldoras, y después de su bolsillo sacó una jeringa con una enorme aguja. Me dieron escalofríos.

— Es muy tierno lo que haces.— me dijo casi susurrando, la miré confuso.

— ¿A qué te refieres?

— Me refiero a las flores y a esas pelucas graciosas que tienes.— tapé mi cara disimuladamente, creo que me sonrojé.— No sonríe mucho, hace tiempo que no la veía reír así.

— Tengo que hacerla reír— dije con una sonrisa triste.

— Me alegro mucho por ella. Hay muchos pacientes que están solos... Sus parientes no vienen casi nunca— dijo triste.

—  Por suerte te tienen a ti.— santísima mierda, ¿por qué dije esa estupidez?

— ¿Por qué lo dices...?— dijo mirándome a los ojos. Miré hacia otro lado avergonzado.

— Porque... Yo... Bueno....— toqué mi cabello nervioso— Eh... lo decía porque te ves muy buena persona. Eres alegre y creo que eres alguien que los demás podrían apreciar mucho. Es lo más lógico que puedo pensar al ver la sonrisa de mi mamá cuando te vio. — fue como un vómito verbal.

— Hum... gracias...— dijo avergonzada— Nunca me habían dicho algo así...— dijo con una sonrisa tímida.

— De nada.— le devolví la sonrisa.

La enfermera se dio la vuelta dándome la espalda y caminó hasta quedar junto a la camilla. Tomó la jeringa y le inyectó el que supongo que es un medicamento en el brazo de mamá. Cerré mis ojos involuntariamente.

Desilusión IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora