En mi trayecto a la universidad, un cachorro caminaba desorientado por la calle, asumo que debe estar cerca de su casa, hasta es de raza. Con lo que cuidan a los animales caros me sorprende que no tenga collar. Abrí mi bolso, y saqué mi sándwich para alimentarlo. Apenas me agaché con comida en mi mano, él me vio y se acercó rápidamente moviendo su cola. Lo miré sonriendo mientras comía, mirando alrededor por si alguien lo reclamaba, o por si venía otro perro a quitarle su comida, cuando estaba por acabar, le dejé lo que quedaba y seguí mi camino.
Me di el tiempo de caminar por los jardines de la sede, tengo cuarenta minutos de sobra antes de la primera clase del día. Puse algo de música, colocándome solo un audífono para no desconectarme de mi entorno y seguí caminando viendo los detalles de los edificios. Crucé la calle a la cuadra continua a la facultad, llegando a una plaza que la verdad nunca había notado. Siempre estuve del lado opuesto.
La parte central estaba llena de niños con sus uniformes, en columpios y toboganes, y los alrededores eran grupos pequeños y grandes de estudiantes, y algunas parejas apartadas. Ya que aún me queda media hora, busqué un árbol que estuviese desocupado y alejado de adolescentes fumadores. Verifiqué que el césped estaba seco, y después me senté, apoyándome en el tronco. Saqué mi cuaderno para repasar los contenidos de la clase que viene, lo abrí y apenas me iba a colocar el otro audífono para estudiar, oí:
―¡Hey! ―levanté la mirada, y busqué esa voz ― ¡Oye tú! ¿Daniel...? ¡Daniel!
Escuché como la voz de Rebeca se acercaba cada vez más. Volteé avergonzado, seguramente hasta me sonrojé al notar miradas de personas desconocidas, no me gusta llamar la atención. La vi y me hizo una seña con la mano para que me acercara. Al parecer, no podré estudiar. Guardé mis cosas y me puse de pie, caminando tímidamente en su dirección. Estaba sentada en una banca de concreto con dos hombres más, uno de ellos lo había visto antes, creo que su nombre es Jack.
Cuando estuve frente a ella, me vio con una sonrisa en la cara. Sus ojos azules estaban achinados e irritados, no tengo que adivinar lo que estaba fumando, el olor del humo que sale de la boca de cada uno me lo dice todo. Además de notar que estaba drogada, parecía más cansada de lo que la marihuana podría hacerle parecer.
—Dani, perdón por lo de ayer, fui muy dura.
—Tal vez —dije encogiéndome de hombros, restándole importancia e ignorando el «Dani»; no soporto esa apócope de mi nombre.
Uno de los amigos de Rebeca, se paró y se fue sin despedirse de nadie. Ella con unas palmaditas me indicó que tomara el lugar junto a ella.
—Toma —. Sonrió, dándome una pipa cerámica —. Es una compensación por mi mala educación de ayer.
—No, gracias. No fumo —dije amablemente, empujando delicadamente con mi mano su oferta.
—¿Qué? ¡Todos fuman! Dudo que seas la excepción. ¡Anda! ¿Te da miedo acaso? —dijo riendo.
—Por supuesto que no, en serio no fumo —respondí con una sonrisa forzada a la provocación barata que hizo.
— Bien... pues más para mí.
Me quedé viéndola un momento, memorizando los detalles de su piel, creo que nunca habíamos estado tan cerca. No recuerdo en qué momento empezó a atraerme. Sonreí tontamente mientras ella fumaba con naturalidad.
— ¿Cómo estás, Daniel? —preguntó, rompiendo el silencio que habíamos formado.
—No tan bien como tú —dije riendo —. ¿Crees que puedas entrar a clases así?
—¡Por supuesto! Solo mírame... —dijo posando, cerrando los ojos y sonriendo, mordiendo su lengua juguetonamente. Me fijé en su boca, en como sus labios se curvaban de una manera perfecta. No tiene que decir que la mire, lo hago cada vez que me la cruzo.
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Desilusión I
General FictionUn día en la facultad, Dan obtiene la atención de la mujer a la que había visto desde hace semanas, su nombre es Rebeca. Cuando empiezan a salir, nota que no es la persona que él creía, todo el mundo sabía de ella mejor que él. Lo que Daniel no imag...