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Sentí la mirada de Ariana sobre mí, transmitiéndome solo sentimientos de confusión y abrumo, espero no haberla asustado. Es primera vez que tengo una reacción así, y espero profundamente que no se aleje de mí por ver esta horrorosa versión que creí que no tenía.
― ¿Qué haces aquí? ―volví a preguntar.

― Yo... digo... tú... ¿Estás bien? ―preguntó nerviosa.

―No ―dije obvio. Me dio una mirada extraña y caminó hasta mí con mi perro detrás de ella. Se acercó y se sentó a mi lado. Nos quedamos en silencio.
Dallas se metió entre nosotros, acostándose en el suelo. Sonreí al verlo, me siento considerablemente más relajado con solo tener a mi mascota cerca. Los segundos pasaban, y se hacían eternos, Ariana estaba en silencio y yo también. No cruzamos miradas.

― ¿Qué pasó...? ― dijo insegura ― ¿Qué te hizo querer destruir tus cosas? ―preguntó sin mirarme.

―Solo estaba... honestamente no quiero hablar de eso― dije cortante.

―Tu mano... ―dijo tomándola delicadamente―. Espérame aquí ―se puso de pie y se fue por el pasillo y volvió con un botiquín.

―No es para tanto...

Me guio al sillón y me senté con ella. Abrió el botiquín y sacó una pequeña botella y algodón, lo humedeció y lo colocó en mi herida. Solté un quejido de dolor.
―Nadie te manda a golpear las murallas de la casa ―dijo con burla. Ariana terminó de limpiar mi mano, dejó el botiquín a un lado y fue a la cocina, sentándose a mi lado con una cerveza y un vaso con jugo en cada mano. Extendió su mano dándome la cerveza.
―No tenía cerveza.

― De nada, las compré antes de venir.

― ¿Y tú no beberás? Tú las compraste ―reí. Me miró negando con la cabeza, pensó un momento y respondió.

―Estoy tomando medicamentos, no puedo beber ahora ―dijo con un tono extraño, dándome a entender que oculta algo. Nos quedamos en un largo silencio, tomó un trago de su jugo de naranja y yo bebí de mi botella con cerveza―. Lo siento ― dijo casi en un susurro ―. Nunca debí entrar a tu casa así, estabas extraño y me preocupé, tomé la copia de llaves que tiene mamá y vine hasta aquí, llegué minutos antes que tú. Prometo que no volveré hacerlo ―confesó avergonzada―. Te invadí ―sonreí al ver como desviaba su mirada.

―Sí, lo hiciste, pero ya no tiene importancia. Estás perdonada ―empujé suavemente su hombro ―, de todos modos agradezco tu preocupación, no sé que estaría haciendo ahora si no estuvieras conmigo ―, jugó con sus manos, moviendo sus dedos sin un sentido.

― ¿Puedo saber qué fue lo que pasó? ―automáticamente me puse serio, estoy seguro de que mi cara tuvo un cambio drástico apenas Rebeca volvió a mi mente.―Es Rebeca, ¿verdad? ―dijo impaciente, mirándome esta vez a los ojos. Creo que nunca había notado los detalles de su iris, con manchas verdosas de diferentes tonos, o sus pecas. Reprimí una sonrisa al ver como se ponía nerviosa por como la veía―. ¿Pasa algo? ―dejé de hacerlo para no quedar expuesto y sólo negué con la cabeza.

―Sí, es por ella, pero como dije, no quiero hablar de ello.

Ariana suspiró, asumo que resignada porque no pienso hablarle de Rebeca, mi vida no puede girar en torno a ella.

―Yo, mejor me iré a casa, te dejaré a solas para que pienses... o lo que sea que hagas cuando estás solo ―rio nerviosa. Se paró y caminó a la puerta. Rayos, ¿debería...? Fui detrás de ella armándome de valor y tomé su muñeca. Se dio la vuelta y me vio esperando a que hablara.

― ¿Quieres...? Es tarde, puedes quedarte aquí, y en la mañana cuando sea más seguro te vas ―dije lo más convencido que pude.

―Que ternura el cómo me cuidas ―apretó mi mejilla―, hasta te sonrojas― miré hacia otro lado, ocultando mi vergüenza.

Desilusión IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora