37-.Doce días

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Han pasado doce días desde que desperté, ya no estoy conectado a ninguna de esas máquinas extrañas,  Alice ha venido casi todos los días, y es la única persona con la que he tenido vida social, aparte del personal médico por supuesto.

  — Daniel.— miré a la enfermera que me llamó— Te daremos de alta, estás en un buen estado. Y todo el equipo tiene la certeza que puedes seguir solo.— se puso junto a mí.— Ten.— dejó una bolsa en mi camilla— Es ropa, le pedí a tu novia que trajera.

  — ¿Mi novia? — no he visto a Ariana desde que desperté, dudo que se haya aparecido de la nada.

  — Si, ¿No es tu novia la mulata bonita? Créeme que varios médicos están vueltos locos con ella.— sonrió.

  — No es mi novia, sólo es una amiga.
  — ¿Seguro?— me miró divertida. Le soporto las bromas solo porque ya la conozco, es una mujer simpática.
  — Estoy bastante seguro. Me gusta una rubia muy guapa, no la cambiaría por nada.— dije sonriendo.
  — Espero que así sea.

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Terminé de vestirme, y estaba decidido a irme de una vez.
Intenté retirar mis cosas, como mi teléfono o las llaves de mi casa, pero se las dieron a Ariana.
No tengo otra opción a que ir a su casa para pedirle a Luz la copia.

Me despedí de Nelly, la enfermera y todo el equipo médico dando las gracias.

Pensé en tomar un taxi, pero no tengo dinero en efectivo.

Me sé el número de Luz, pero no sé a quien conseguirle un teléfono, si le pido a un desconocido seguro piensa que es una excusa para robarme su celular.

Irme caminando me da una flojera horrible, y no quiero ir caminando raro, aún siento mi pierna incómoda.

Al final decidí con irme en taxi hasta la casa de Luz, le pediré dinero prestado y le pagaré.

Al llegar a su casa, tengo el leve presentimiento de que no hay nadie en la casa.

  — Hum... Señor... —leí la identificación pegada en el parabrisas.— Andrew... Como le explico, resulta que no tengo dinero en efectivo—se volteó a mirarme— ¡Lo juro! Iba a pagarle al llegar a esta casa, pero creo que no hay nadie.

  — ¿Y cómo voy a saber si me hablas en serio ?—me dijo molesto. Ay.
  — Si quiere revísime, salí del hospital y no tengo ni mi celular. Le daré mi número, llámeme mañana, le pagaré el doble.— me miró con duda.— Le estoy hablando en serio, 

  — Bien niño. Dame tu número de teléfono. Si no cumples lo que dices te buscaré y te las verás conmigo.
  — Ok.—dije sin más. 

Le dicté mi número y salí del auto. Que hombre tan hostil.

Caminé hasta la casa, y al parecer tengo razón, no hay luces encendidas ni ventanas abiertas.

Fui hasta el jardín trasero, salté la pared. Que caída. 


Entonces, de la nada apareció Dallas corriendo hasta mí. Mierda, como lo extrañé. Lamió mis manos, mi cara y mi cuello, no dejaba de saltar y ladrar, movía la cola enérgicamente e insistía por tirarse sobre mí, terminó dejandome en el suelo. 

Corrió por todo el jardín en círculos, saltaba hasta mí y después hizo lo mismo. 

  — Te quiero tanto, perro tonto.— lo tomé como pude y lo abracé, siguió lamiendo mi cara y después fue a correr otra vez.

En fin, después de un emotivo reencuentro con mi perro, hice varios intentos de entrar a la casa, me sentía todo un delincuente, pero no había forma. Al menos tienen seguridad.

Minutos después, me resigné y me quedé sentado en la tierra, con mi perro. No tengo otra que esperar a que alguien llegue.

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Desilusión IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora