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 — ¿Por qué me cortaste?

Vi fijamente a Rebeca, que indignada esperaba mi respuesta, no sé si estos serán celos, y si lo son, son insoportables. Nunca había estado en una relación, lo imaginé muchas veces, pero estos escándalos no eran parte de mis ideales.

No tolero las preguntas obvias, y con mayor razón cuando son por estupideces. No pienso desgastarme ahora con ella, tal vez hablemos mañana, las clases acabaron y aun quedan horas para que termine la jornada de visita en el hospital. Debo ver a mamá.

— Contéstame—. Pasé junto a ella y seguí mi camino — ¡Daniel!

— ¡¿Qué quieres?!— dije estresado, volteándome

— Que me expliques por qué no viniste conmigo anoche.

— Te dije que estaba ocupado, era importante.

— ¿Con Ariana? —tomé el puente de mi nariz, reprimiendo mi histeria.

— ¿Qué se supone que era tan urgente? ¿Qué hacías despierta a esa hora?

— Yo...— pensó un momento, pero no dijo nada.

— ¿Estabas drogada?

— No. Es que... Jack fue a mi casa.

— ¿Y qué? Se supone que es tu amigo.

— Ya no lo es — dejé de caminar, y la miré con atención.

— ¿Te hizo algo? — le pregunté preocupado.

— No... Solo fue con unos amigos.

— ¿Y para qué?

— Por dinero— bajó la mirada.

— ¿A qué te refieres?

— Le debo dinero a Jack.

— ¿Qué? ¿Por qué?

— Es mejor que no sepas...—me miró— me voy, hablamos mañana— besó mi mejilla y se fue.

Ahora se supone que le debe dinero, ¿de qué cantidad estará hablando? Tal vez sea prejuicioso de mi parte, pero debe ser una cantidad exorbitante, la casa en la que Rebeca vive es enorme, y eso aparenta para cualquiera el poder económico de su padre.

Vi como desapareció entre los demás estudiantes. Una de las cosas que más me estresan es el que me cuenten algo a medias, si no quiere contarme ¿para qué rayos me diría una pincelada de la historia?

Caminé hasta casa con el tema dando vueltas en mi cabeza, es inevitable no pensar en ello. Abrí la puerta al llegar, con Dallas empujando la madera. Lo saludé dentro, para evitar que se escapara. Ahora es extraño ver la casa tan sola, mamá está en el hospital, Luz no está, y por ende sus hijos tampoco. Hace mucho que mi hogar no tenía este silencio, es una armonía inexplicable, pero la paz se rompió cuando mi teléfono empezó a sonar, no contesté, quiero estar tranquilo un rato. Dejé mi mochila y fui por un cambio de ropa para ir a ver a mamá.

Mi teléfono seguía sonando, asumo debe ser importante. Lo tomé y suspiré con desagrado antes de contestar.

— ¿Daniel...?

— ¿Rebeca? ¿Estás bien? — pregunté al escuchar su voz extraña.

— No. Necesito... que vengas... —respondió de forma pausada, demasiado.

— ¿Qué pasó? — pregunté bajando las escaleras. La llamada se cortó. Intenté comunicarme con ella otra vez, pero solo me enviaba al buzón de voz. Tomé mi abrigo y eché mis llaves y teléfono a los bolsillos laterales de él. — Lo siento, tendrás que quedarte solo otra vez...— le dije culpable a Dallas, que me veía sin entender, giró la cabeza. Besé su cabeza y me fui casi corriendo a la casa de Rebeca.

Desilusión IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora