Después de dos días, ya estaba con Dereck en mi casa.
Él estaba mucho mejor, solo le quedaban algunos raspones del accidente.
-Estoy aburrido, hagamos algo.-Me dijo subiendo las cejas, luego recordé que aún no le daba la cadenita, entonces fui a buscarla.
-Espera aquí, ya vengo.-Dije sonriendo, subí a mi cuarto, busqué su cadena, y bajé.-Cierra los ojos.-Dije una vez en frente de él.
Puse la cajita en sus manos, y lo besé, para que abriera los ojos.
-¿Y eso?-Dijo sonriendo.
-Te amo.-Dije a modo de explicación.
Luego se dio cuenta de lo que le había dejado en las manos.
-Y esto... ¿Ali?-Dijo medio sorprendido.
-Quiero que lo abras.-Dije sonriente.
Él lo abrió, y cuando vio lo que era se quedo sorprendido.
-Es, hermoso.-Dijo dándome un abrazo. Luego me besó.
-Mira el mio.-Dije mostrándoselo, pues yo ya lo tenía puesto en el cuello.
-Eres una traviesa Ali.-Dijo haciéndome cosquillas.
-¡Ya, para!-Dije riendo a carcajadas.
-¡Hey!, yo también tengo algo para ti.-Dijo subiendo las cejas.
-¿Enserio?-Dije abriendo los ojos.
-Si, era por tu cumpleaños, y navidad, pero con tanto ajetreo se me ha olvidado pasártelo. Solo hay un problema... Está en mi casa.
-Pues vamos.-Dije mientras me levantaba del sillón.
-Ok, señorita apresurada.-Dijo tocando mi nariz.
Rato mas tarde estábamos en su casa.
Me dejó en el sillón esperando, mientras el iba a buscar mi regalo.
De verdad es un amor.
-Cierra los ojos.-Dijo y yo le hice caso.
Sentí como paso sus manos por mi cabello, y se fue acercando poco a poco hasta besarme.
Luego los abrí. El estaba de rodillas frente a mi, como en las propuestas de matrimonio, me puse nerviosa, tenía una cajita en las manos.
-Ali, ¿quieres casarte conmigo?-Dijo abriendo la cajita, era un hermoso anillo.
-Dereck...-Dije en shock.
-Te la creíste wexd, deberías haber visto tu cara.-Dijo mientras se apretaba el estomago riendo en el suelo.
-Eres un maldito.-Dije riendo junto a él.
-Ya, ahora si enserio, te compré esto, en señal de que mi amor por ti, nunca acabara.-Dijo poniéndomelo.
-Eres muy lindo, idiota.-Dije besándolo.
-Ya lo sabía.-Dijo subiendo las cejas.
De pronto sonó su celular. Contesto animado, era Albert.
Luego que cortó la llamada, volvió y me dijo.
-¿Tienes hambre princesa?
-Siempre.-Dije sonriendo tiernamente.
-Entonces vamos a la casa de Albert, nos invitó a comer, a los dos.-Dijo subiendo las cejas.
-Genial.-Dije poniéndome de pie.
***
En 30 minutos ya estábamos en la casa de Albert.