22

97 1 0
                                    

    En todos mis padecimientos no había sufrimientofísico, sino una infinita angustia moral. Mi imaginación se volvió macabra.Hablaba de "gusanos, de tumbas, de epitafios." Me perdía en meditaciones sobrela muerte, y la idea del entierro prematuro se apoderaba de mi mente. Elespeluznante peligro al cual estaba expuesto me obsesionaba día y noche.Durante el primero, la tortura de la meditación era excesiva; durante lasegunda, era suprema, Cuando las tétricas tinieblas se extendían sobre latierra, entonces, presa de los más horribles pensamientos, temblaba, temblabacomo las trémulas plumas de un coche fúnebre. Cuando mi naturaleza ya noaguantaba la vigilia, me sumía en una lucha que al fin me llevaba al sueño,pues me estremecía pensando que, al despertar, podía encontrarme metido en unatumba. Y cuando, por fin, me hundía en el sueño, lo hacía sólo para caer deinmediato en un mundo de fantasmas, sobre el cual flotaba con inmensas ytenebrosas alas negras la única, predominante y sepulcral idea.b

El entierro prematuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora