Capitulo 4

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Es viernes por la noche. Todos los viernes le hago la cena a Dave en mi casa. Todos. Es un pequeño ritual que nos sirve para eliminar una ínfima parte de la molesta incertidumbre de la vida.

Está sentado en la mesa del comedor cenando pollo al romero y espárragos al vapor. Aún no ha probado la copa de vino blanco colocada al lado de su plato.

—He calculado un presupuesto para el anillo —me dice.

—¿Un presupuesto?

—He pensado que deberíamos gastarnos unos doce mil dólares —propone—. Con esa cantidad se compra calidad, no ostentación. Queremos que sea algo auténtico, ¿verdad?

Desvío la mirada hacia la cristalera que da acceso al patio de atrás. Dave siempre quiere que las cosas sean «auténticas», pero me da la impresión de que no sabe exactamente qué significa ese adjetivo, ni cuándo usarlo.

¿Y yo? Cuando el señor Herrera deslizó ese cubito de hielo por mi muslo, cuando me besó en un lugar en el que Dave jamás me besaría, cuando me conmocionó con el tacto de su lengua... ¿Eso era auténtico? Jamás he sentido algo tan real en la vida y, al mismo tiempo, no parecía real en absoluto.

Miro la mesa. Es de madera muy pulida y está pintada de oscuro. Es sólida, fiable, práctica. Es auténtica. Igual que Dave.

El señor Herrera es el primer hombre que me ha llevado al orgasmo de pie. Es el primer hombre que me ha visto desnuda mientras él permanecía completamente vestido. Incluso ahora lo veo trazando un círculo a mi alrededor, tramando algo, deseándome...

Me retuerzo en la silla.

—¿Te encuentras bien?

Es la voz de Dave. La voz de la cautela y el raciocinio. La voz a la que debería prestar atención.

—Esta noche te noto... agitada.

La palabra me irrita la piel.

—Tengo una cuenta nueva... Es la cuenta más importante que he tenido. Supongo que estoy nerviosa.

—Te entiendo perfectamente. Yo también estoy hasta arriba de trabajo. Ya sabes cómo es esto.

Lo sé. Dave es asesor financiero. Al igual que a mí, le gustan las cosas seguras, y es seguro que siempre habrá ricos que intenten escaquearse de pagar sus impuestos. Dave interviene en esos casos.

Los millonarios le dan el dinero que se niegan a compartir con Hacienda y Dave hace que sus preocupaciones desaparezcan.

Lo observo mientras cena y pienso que quiero ser para él algo seguro. Y también quiero que él haga que mis preocupaciones se desvanezcan como el dinero invisible que oculta en paraísos fiscales.

Cuando termina de cenar, me levanto y me coloco a sus espaldas. Poso las manos en sus hombros y comienzo a darle un masaje para liberar la tensión.

—Quédate a dormir, Dave.

—Mmm... Ese era mi plan.

Levanta la copa de vino para beber mientras recorro su pelo rubio con los dedos. Me coloco delante de él y me siento a horcajadas sobre su regazo.

—Te deseo, Dave.

—¿Qué se te ha metido en la cabeza? —me pregunta con una sonrisa cansada.

Posa la copa de nuevo en la mesa. Me inclino hacia delante y le rozo el lóbulo de la oreja con los dientes.

—Lo importante es qué quiero meter dentro de mí.

No responde. Sus manos se posan dubitativas en la parte baja de mi espalda.

El desconocido (AyA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora