Capitulo 1

1K 81 1
                                    

A veces la luna parece enojada al elevarse por encima de la ciudad de Los Ángeles. Somos, después de todo, ángeles con armas de fuego, ángeles que reciclamos cuidadosamente nuestras latas de Coca-Cola, mientras vertimos productos químicos en nuestras piscinas climatizadas que hemos construido a sólo unas cuadras de distancia del mar. Así que a veces, cuando la luna se levanta sobre el horizonte contaminado en un tono enojado de color rojo, es un recordatorio evidente de que somos ángeles con intención de crear un infierno terrenal.

Esta es una de esas noches. Estoy en el techo del Observatorio Griffith viendo la luna y puedo sentir su furia igual que la mía. ¿Dónde está el pedazo de cielo que me prometieron? ¿Una vida de paz y de éxito obtenido con honor? ¿Dónde está el hombre en quien puedo confiar para ser ético en su búsqueda de la grandeza? ¿Qué pasó con la simplicidad de saber con certeza lo que está bien y lo que está mal?

Lo lanzaste lejos, dice mi ángel interior. Escuchaste a tu diablo y elegiste un camino diferente.

Es cierto, pero no tengo ganas de responsabilizarme. El viento se eleva, levanta mi pelo, y lo impulsa hacia atrás manteniendo mis ojos en la luna roja. Quiero que el viento me limpie, para hacerme estallar simplemente lejos de los errores y de la inmoralidad.

Pero hay otras cosas que quiero más. Al igual que Alfonso Herrera. Cuando se me acerca, siento un impulso abrumador de ceder a él. Pensaba que al romper el control de mi novio, Dave, me convertiría en la dueña de mi propia vida. Pero ahora es sólo otra versión de lo mismo. Dave me controlaba con la culpa y la vergüenza, incluso miedo. Alfonso me controla con un beso.

Un beso en la nuca, una mano en la parte baja de la espalda, una caricia por el interior de mi muslo, eso es todo lo que necesita. Mi cuerpo anula los mensajes de mi mente. Solía pensar que el estar con Alfonso me empoderaba, pero él dirige ese poder.

Me estremezco cuando la luna se eleva más alto, perdiendo algo de su fulgor carmesí. Pienso en Tom, el hombre del que informé ayer. ¿Estará mirando esta luna, también? Tom fue obligado a salir de su puesto de trabajo por la sencilla razón de que él me insultó, y Alfonso se enteró. No es lo que yo quería, y aun si lo quisiera, la venganza cosechada por un sustituto no es venganza en absoluto.

Pero cuando Alfonso me toca de la manera correcta, no me acuerdo. No recuerdo qué es lo que quiero, o mejor dicho, se me olvida que quiero otras cosas además de él.

Si él estuviera aquí ahora, en esta cubierta del techo, con los turistas y astrónomos pululando alrededor de los telescopios anticuados, ¿dejaría que me tocase? Si estuviera detrás de mí y deslizara su mano, ahuecando el pecho, ¿protestaría?

Te lo juro, sólo de pensar en él me hace palpitar. Tal vez es la luna y yo soy el océano, mis mareas que se elevan a nuevas alturas por la fuerza de su presencia.

El pensamiento me emociona y me molesta. Después de todo, el océano tiene su propia fuerza, ¿no? Se mueve con el viento, da y destruye a partes iguales. La gente ama y teme al océano. Ellos lo respetan. Pero sin la luna, el mar no es más que un lago.

Necesita a la luna.

Me doy la vuelta y me dirijo hacia la curva que baja hasta la base del edificio. Consigue un control, Anahi. Pero no sé si pueda. No puedo controlar mis mareas.

El desconocido (AyA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora