Cuando me despierto a la mañana siguiente, él está sentado a mi lado, mirándome. Poco a poco me recuerdo a mí misma donde estoy, de nuevo estoy vestida con su camisa. Siento la suave presión de sus dedos en mi cadera, sólo una fina capa separa mi piel de su piel.
—Tú no tienes que ir —dice en voz baja.
No entiendo completamente su significado. ¿Se refiere a una ubicación específica o está hablando de algo más grande, una declaración de nosotros y de lo que podemos ser?
Pero rápidamente me lleva de vuelta a la Tierra con una inquietante aclaración.
—Puedes trabajar desde aquí. Ellos no te necesitan allí. Voy a hablar con Love, tal vez Freeland...
—No puedo dejar que hagas eso —digo. Ya se imaginaba que le iba a contestar eso. Lo puedo decir por su tono que tiene unas notas muy débiles de esperanza, como violines que casi se ahogan por los fuertes sonidos de metales de la resignación.
—Te lo dije anoche, no voy a sentarme a ver cómo te victimizas. Así no es como yo vivo.
Hago una pausa para considerar sus palabras. No es la forma en la que vive. Hay algo que quiere decir con eso... pero no lo puedo descifrar.
—Puedo ganar —digo, empujando a un lado estos pensamientos—. Soy más fuerte que Dave. Más inteligente, también. Puedo ganar.
—No, si tu juegas con las viejas reglas.
Me muevo incómoda en la cama, moviendo la sabana hasta la cintura.
—¿Tu no crees en las reglas? —Pienso en mi hermana, la recuerdo bailando sobre una mesa, derramando su ropa en las tantas convenciones socialmente restrictivas.
Alfonso sonríe, sus ojos parpadean hacia la ventana, por donde entra esa luz brumosa de la mañana.
—Hay tantos viejos adagios sobre ganar. El premio siempre va para el ganador, los libros de historia están llenos de escritos sobre los ganadores, y así sucesivamente. Pero sólo hay realmente un beneficio significativo para ganar. Ves, el ganador pone las reglas. Yo creo en las reglas, Anahi. Yo creo en ellas, porque en mi mundo yo soy el ganador. Las reglas las establezco yo. Lo que no creo es en jugar las reglas de otras personas.
La arrogancia de eso es suficiente para despertarme. Lo miro con los ojos más claros. ¿Qué significa realmente ser un jugador de poder? No lo sé, ni tampoco Dave. Me tomó un día y medio para encontrar la manera de salir de debajo del pulgar de Dave. Hoy, a las 5:45 pm, espero tener esa situación un poco más bajo control. Asha será más difícil, está esperando el momento oportuno, afilando sus armas, me di cuenta que yo soy la que está menos protegida. Pero Alfonso Herrera es diferente. Él domina el mundo de una manera que no entiendo completamente y se me ocurre que si cedo ante mis sentimientos por él como quiere que lo haga, me dominará también. Y el peligro aquí es que con Alfonso no podría buscar la salida.
Me perderé a mí misma.
Como ahora, por ejemplo. Veo la forma en que me mira. Igual que un jaguar que mira a una pareja. Sin hacer ruido ruge para mí. ¿Qué tan fácil ha sido para él que me olvide de mis muchas protestas y reservas? ¿Ha sido tan fácil hacerme arriesgarlo todo por él?
Hay un cambio en el aire. Su mano se extiende bajo la sabana y con cuidado la saca de nuevo. Sólo estoy en camisa, mi cabello cubriendo la almohada. Tengo la sensación de que su frustración, está mezclada con un fuerte deseo. Es un cóctel peligroso.
Me incorporo, alejándome de él.
—Necesito ir a casa y cambiarme de ropa. ¿Vas a llevarme o debo llamar a un taxi?
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El desconocido (AyA)
Teen FictionTrilogia erótica. HIstoria original Kyra Davis. Soy responsable, previsible, fiable. La chica en la que todo el mundo confía. Menos esta noche. Esta noche seré la chica que se acuesta con un completo desconocido. Anahi Puente es una adicta al tr...