Capitulo 3

1.2K 90 6
                                    

Cuando llego a mi oficina, Bárbara, mi asistente, está en su escritorio. Hace un gesto para llamar mi atención, la culpabilidad y la preocupación se nota en su expresión.

—Mr. Herrera está en su oficina.

Nadie está autorizado a entrar a mi oficina cuando no estoy allí. Cada consultor tiene demasiada información confidencial guardada en los ficheros como para ser tan descuidado.

Pero es difícil resistirse a Alfonso cuando te dice lo que quiere, así que sé que Bárbara se ha visto básicamente obligada a darle entrada.

Tomo una hoja de papel de su escritorio y garabateo una serie de tareas domésticas y le digo que necesitan de su atención inmediata; todas ellas requieren que esté lejos de su escritorio. Me quedo allí hasta que ella se va, sabiendo que me compré al menos unos minutos de intimidad. Una vez que se ha ido, camino para darle la bienvenida.

Alfonso Herrera está apoyado frente a mi escritorio, con los brazos cruzados sobre el pecho, con las piernas cruzadas en los tobillos. Está relajado, paciente, hermoso. Todo lo que se puede esperar de él. Sus ojos se encuentran con los míos cuando me encamino hacia él, dejando que la puerta se cierre detrás de mí.

Siento una oleada de confesiones presionando contra mis dientes apretados. Quiero hablarle de las ganas que brotan de mi cuando lo miro y que su presencia aquí hace que las sombras sean un poco más ligeras.

Quiero pedirle que me toque.

Pero en lugar de eso, lo miro diciendo:

—No tenemos una cita.

—Estás trabajando para mí —señala—. Mi negocio puede traerte millones ¿Realmente necesito una cita?

Pero no es una pregunta. Sólo una suave advertencia.

Silenciosamente cierro la puerta, algo que casi nunca hago, pero por el momento, las interrupciones pueden ser peligrosas.

—Por lo tanto, ya has hecho tu elección —dice mientras se pasea por los límites de mi espacio, paseando su mirada por las paredes de color amarillo pálido y obras de arte aprobadas por la empresa.

—Te lo dije, estoy con Dave.

Me mira agudamente, más curioso que enfadado.

—Dilo de nuevo.

—Estoy con Dave.

—¿Estás diciendo su nombre... de otra manera?

Me río, quiero que el sonido sea boyante, pero la pesadez de mi estado de ánimo añade peso no deseado.

—Su nombre siempre ha sido Dave. Sólo hay una manera de pronunciarlo.

—Eso no es lo que quiero decir. Antes cuando hablabas de él, de ustedes había... determinación. Era tu decisión. Ahora... —Él deja caer su sentencia y espera a ver si lleno el espacio en blanco. Cuando no lo hago, camina hacia mí, y no me muevo. Ni siquiera parpadeo mientras me aparta el pelo de la cara.

—¿Qué es, Anahi? ¿Qué ha cambiado? Pareces con... miedo.

—¿Sabes lo que me da miedo? —siseo—. No quiero perder lo que soy. Dave me mantiene conectada a la tierra. Tú... estás... —No me atrevo. Quiero decir que él es el tsunami que se lleva la tierra al mar, pero no puedo decir las palabras. Quiero que la tierra en la que estoy parada sea destruida, pero no me atrevo. Él lo oirá en mi voz. Así que no continuo, apartando mis ojos, le digo—: No puedo hacer esto, Alfonso.

—No, estás repitiendo viejas líneas —dice en voz baja, estudiando mi rostro. Se inclina por lo que su boca está cerca de mi oreja—. Dime.

Sólo está tocando mi cabello, pero cada parte de mi cuerpo reacciona. Me siento calentándome, siento mi aliento atrapado en la garganta. Siento el latido.

El desconocido (AyA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora