Capítulo 12

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Me espera frente al zaguán que me separa del exterior, está montado en su motocicleta y unos mechones de su lacio y castaño cabello le caen sobre la frente, cubriéndole parte del rostro. Su mirada se posa en mí, exhalando una hermosa y gran sonrisa. De esas que pueden arrancar suspiros y provocar emociones encontradas. De esas que pueden dejarme sin el aliento suficiente, como para expresar con palabras todo lo que provoca.

Salgo corriendo a toda prisa. Las ganas de tenerlo cerca son tan grandes; que sirven de fuerza y motivación brindándome la energía suficiente para cruzar el jardín en pocos minutos.

Llego a su encuentro con la respiración acelerada de tanto correr y lo abrazo con todas mis fuerzas para después unir nuestros labios.

El sabor a menta invade mi boca en un abrir y cerrar de ojos.

El viento sopla fuerte, fresco como siempre y aun así me siento cálida. Sus manos me atraen hacia sí hasta que nuestros cuerpos están cerca; tan cerca que puedo sentir su calor muy a pesar del aire gélido que golpea agitado contra nuestras prendas.

Con los dedos en mi cintura, traza suaves y sinuosas caricias encendiendo mi piel con su roce. Cada centímetro de ésta arde en necesidad y anhelo. No obstante, todo empeora cuando rompe el contacto para que pueda notar la expresión de sus ojos, al borde del incendio.

"Salgamos de aquí." "Llévame lejos." Quiero decirle, pero solo queda en una concepción vaga e inconclusa cuando vuelve a besarme intensamente, llegando al punto en el que no quiero que pare. En ese punto que me exige pedir más. Mucho más.

Sus labios dejan los míos sembrando en ellos un sentimiento de ausencia y vacío, un vacío que reclama la tibieza y la humedad de sus besos, los cuales, ladino y con total sagacidad, va depositando por la longitud de mi cuello como sembrando margaritas que florecerán pasado el invierno.

Ahora sí pido con voz terriblemente temblorosa, ir a otro lugar donde podamos estar completamente solos. Un lugar en el que no tenga que soportar un segundo más esto que siento. Un lugar en el que pueda dejar de inhibir a mis instintos sin temor a ser juzgada, sin el riesgo latente de que alguien dictamine lo que una chica como yo puede o no hacer.

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