Capítulo 54

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— ¿Te gusta lo que hice con el tatuaje? — Pregunta Kurt después de quitarse la chamarra, estirando la manga izquierda de su playera.

Al salir del ascensor en el centro comercial, esperaba encontrarnos con Riley aguardando nuestra salida del elevador en la planta baja, pero nada. Pensé que todos se habían retirado de ahí creyéndome una causa perdida, hasta que pude observar desde una pequeña ventana en la bodega de los enceres de intendencia, su figura desesperada a mitad del patio, debatiendo con la dirección que debía tomar.

Cuando ya no había rastro de su presencia, Kurt tomó de mi mano y tiró de ella obligándome así a seguir su ritmo hasta el lugar donde había dejado la Ducati. La pierna amenazaba con partírseme de nuevo en pedazos cada vez que debía soportar mi peso sobre ella y milagrosamente, logré llegar a nuestro destino.

Dejamos el establecimiento a toda velocidad con la frialdad del viento y de la lluvia torrencial que comenzaba a caer sobre nosotros. Hace tanto calor aquí dentro que, gracias a eso mi ropa empapada ha conseguido secarse, de lo contrario, ahora estaría gritando por un médico.

El lugar es oscuro, lleno de cajas empolvadas y cubiertas de telarañas, juguetes viejos y una caldera que además de iluminar un poco, mantiene la atmósfera como en el mejor de los veranos en Hawaii. Se trata del tan afamado sótano en su casa, ese sitio que Riley mencionara en nuestra solitaria conversación en el departamento de Jason.

La puerta principal está clausurada por una gruesa cadena y un candado del cual ha extraviado la llave, así que utilizamos las escaleras que dan directamente hasta aquí desde el exterior.

Cuando no respondo, se pone de cuclillas junto a mí en el suelo sucio. Allí he pasado toda la noche en vela por la falta de mobiliario, con una manta como único abrigo.

Pasa saliva y levanta su mano derecha hasta mi rostro, retirando un mechón rebelde.

—Come algo, Fierecilla —pide. No puedo decir que ha sido malo conmigo pues estaría mintiendo. Al contrario. Su amabilidad es excesiva. Sin embargo, escuchar que me llama de esa forma, activa la nostalgia en mi interior.

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