Capitulo 6

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Me remuevo incómoda a causa de un dolor punzante y persistente en mi espalda. El pum... pum resonando en mis oídos por el bajo estridente de una melodía, hace retumbar mi garganta haciendo eco también en mi cabeza.

Comienzo a preguntarme quién es el genio que se atreve a tener una fiesta en plena madrugada, al mismo tiempo que abro los ojos sin poder reconocer las baldosas que conforman la bóveda sobre mí, recuperando la orientación perdida por las horas de sueño.

Me doy cuenta que el escándalo no es otra cosa que los auriculares en mis oídos y que no soy capaz de reconocer las baldosas al instante, porque no corresponden a las de mi habitación en casa de mis padres, sino a las del departamento que Kurt comparte con sus amigos.

Retiro los audífonos de su lugar apagando el reproductor y regresándolos a la bolsa de donde los saqué, a la vez que suspiro estirando los brazos y repitiendo la operación con el resto de mis miembros. La incomodidad del sofá me ha causado rigidez y un hormigueo desagradable por todo el cuerpo, tanto, que desearía estar en casa y sobre mi cama disfrutando de la mullida almohada.

El inhalar y exhalar de alguien a mi lado me provoca escalofríos, aun así me decido a girarme poco a poco y a regañadientes en dirección a dónde provienen, temblando durante el proceso, pero logro contenerme gracias a que la curiosidad se antepone a la razón.

Me incorporo rápidamente de mi lugar, las piernas se me enredan y caigo de bruces a los pies del culpable de tal incidente. No es difícil saber de quién se trata a pesar de la penumbra y de la poca luz que se cuela por la ventana que da a la calle.

Un par de iris color aceituna están fijos en mí, me observan en silencio, pero de una forma pacífica y a la vez expectante. Sin duda alguna se trata del chico al que casi me como con los ojos y el cual se hace llamar: FURIA.

"Trágame, tierra." Pienso, apretando los párpados en una acción bochornosa.

— ¿Hace cuánto que estás aquí? — Pregunto, intentando levantarme del frío linóleo.

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