Capítulo 25

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Detroit, Michigan. Una semana después.





— Buenos días, nana — saludo, entrando en la cocina.

Acabo de despertar, así que ni siquiera me he quitado el pijama.

— Buenos días — responde, barriendo mi atuendo con la mirada —. ¿Y esas fachas? No quiero imaginar lo que dirá tu madre si te ve paseando por la casa en esa pinta — inquiere, dedicándose de nuevo a lo que sea que estuviera haciendo cuando la interrumpí.

El olor a tocino frito, café caliente y jugo de naranja invaden la atmósfera. La rara mezcla entre ahumado, amargo y cítrico se cuela por mi olfato, sin pasar inadvertido por mi cerebro que envía la información a mis papilas gustativas.

Se me hace agua la boca.

— Nana, quisiera pedirte un favor — digo, saliendo de su espacio de trabajo para sentarme en el desayunador.

— Ya decía yo que el que estuvieras tan madrugadora era un poco raro — Exclama, inundando el espacio con sus carcajadas — Dime de qué se trata y ya veremos — advierte, sacando el tocino de la sartén con unas pinzas metálicas.

Hoy se cumple un mes desde aquella primera carrera, esa a la que me vi obligada a acompañar a Cinthia con el propósito de recuperar la dañada amistad que nos unía.

No me quejo, gracias a eso mi amiga está de regreso y he podido conocer al chico más maravilloso del mundo. La nana Cecil es una excelente repostera y una magnífica chef, de ahí que la idea de sorprender a Riley con una charola de cup cakes me parezca un buen detalle para celebrarlo.

— Bueno... —comienzo, deslizando mi índice por la encimera y dibujando pequeños círculos sin fin — me preguntaba si estarías dispuesta a prepararme unos cuantos de esos cup cakes tan deliciosos que tú haces.

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