Capítulo 7

1.5K 117 8
                                    

Mientras las chicas desayunaban, el alcalde se alistaba para recibir a los ayudantes y empleados para el festival

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mientras las chicas desayunaban, el alcalde se alistaba para recibir a los ayudantes y empleados para el festival. Solía ponerse un poco ansioso con estas cosas, porque era algo que todos esperaban, y quería que fuera perfecto. Aunque siempre algún inconveniente surgía, nada que aguara el ambiente feliz.

Ya habían terminado y Thania fue la primera en incorporarse.

—Deberíamos ir yendo. Tenemos que estar para las diez y son nueve cuarenta. La puntualidad es importante. Además, sabes como se pone el alcalde con el festival. ¿Crees que seremos los mismos de siempre?

—Hum, no lo sé. —Jul también se incorporó de la silla—. Espero que sí, porque nos llevábamos muy bien con los del año pasado. Pásame tu taza —dijo luego, para lavar ambas y secarlas.

Una vez listas, salieron afuera. El día estaba perfecto para andar en bicicleta, así que se montaron en ellas y comenzaron a pedalear, para unirse al camino de tierra, que las llevaba al pueblo. Después de diez minutos pedaleando, en el canasto de Juliette, sintió un movimiento y notó que Simón se había metido allí.

—Ay, dios, Simón. —La castaña frenó en seco, queriendo volver para dejar a su mascota, pero Thania ni siquiera había parado. Sabía lo insoportable que se ponía aveces con la puntualidad así que en dos segundos se puso a dudar que hacer. ¡Su amiga ni la había notado! Terminó decidiéndose por seguir, con gato y todo, y arreglárselas como pudiera—. Estarás castigado por esto —le dijo al peludo, que se acurruco en el mimbre.

De tan veloz que pedaleo, pudo alcanzar a la rubia, que al parecer cantaba una canción. Juliette tenía el corazón en la boca y estaba jadeando. Todo por culpa de Simón.

—¡Buen día, jóvenes! —La viejecita del jardín las saludó, a lo que ellas movieron sus manos sonrientes.

Llegaron justo a tiempo, pero tuvieron que correr y tocar la puerta.

—Uf, casi llegamos tarde. Son las diez en punto —dijo Thania, que miraba su reloj de pulsera nerviosa.

—Buenos días, chicas. —La ama de llaves les abrió la puerta y ellas la saludaron con dos besos. La conocían desde siempre—. El alcalde está con los demás en el cuarto de arriba. La tercera puerta a la derecha. Pasen.

—Gracias, Margaret —dijo Jul, mientras subían las escaleras.

El piso de arriba estaba alfombrado de color bordo, de una manera tan pulcra, que te hacía sentir sucio. Un pasillo mediano y seis puertas, tres a cada costado. Las amigas se dirigieron a la que les habían dicho, y casi se miraron de manera cómplice al ver quien venía a su encuentro. Lamentable encuentro.

—Ah, vaya, las pueblerinos más corrientes de todas. —La odiosa hija del alcalde, Nelly—. ¿Han venido por sus también corrientes pasteles?

No sabían si ser educadas o decir lo primero que se les cruzara a la cabeza. Pero sabían que Nelly podía arruinarles el festival, ya que su padre la creía un angelito del cielo. Así que se limitaron a seguir caminando.

—El pie del otro día tenía el limón muy ácido... —Juliette apretó la mano de Thania, porque sabía que ella no se contendría por mucho tiempo, y la metió al cuarto. La rubia agradeció por sus adentros.

—¡Miren quienes llegan aquí! —Se sintieron un poco inhibidas porque todos voltearan a mirarlas repentinamente—. ¡Mis mejores reposteras!

—Buen día a todos —dijeron al unísono, sintiéndose robots—. Perdón por el retraso alcalde.

Había una mesa rectangular con masitas, que ellas habían preparado y tazas de té. Unas diez personas alrededor, y casi todos conocidos. Hicieron un saludo general y tomaron los dos asientos que quedaban. Bueno, en realidad quedaban tres, sobraba uno.

—Bien, casi estamos todos. ¿Quién es el que falta? —preguntó Carlo el alcalde, a su joven e inexperta secretaria.

—Hum... bueno... —La pobre se ponía nerviosa—. Ah si, el joven que se hospeda en casa de la señora Syson. No me dio su nombre...

—Rayos —murmuró Juliette, por suerte totalmente inaudible para su amiga, que quería ver a su novio—. Pensé que Nathan... ¿él también está en el comité? —preguntó en el oído de la rubia.

—No, no, bah, al menos no que yo sepa. Pero parece que me ha jugado una sorpresa —Rió como una enamorada. Juliette ya dio por pérdida a la chica que estaba a su lado, sabiendo que si venía, no estaría concentrada para nada, y ella tendría que anotar todo. Su letra no era la mejor.

El pequeño comité empezó a platicar entre ellos, esperando al miembro que faltaba. Carlo estaba impacientandose, pero por suerte, el último llegó jadeando y notablemente tarde. Todos miraron a la puerta apenas se abrió y se preguntaron quién sería. Thania supo al instante que no era su novio y suspiró decepcionada. Jul abrió un poco de más sus ojos, al ver que el chico de la capucha estaría con ellos. ¡Que vergüenza! Ayer había quedado en ridículo. Ni siquiera pensaba mirarlo. Fingiria que no existía.

—¡Mark! ¡Ah que alegría me da verte! ¡Mira lo que has crecido! —Para sorpresa de todos, el alcalde parecía conocerlo desde hace tiempo.

—Un gusto verlo de nuevo —dijo el chico, un poco avergonzado por tal espectáculo—. Gracias por invitarme, será un gusto tocar en el festival.

—Siéntate hijo, ahí, junto a Juliette. —Carlo señaló el lugar de al lado, justo donde la pobre Juliette estaba. ¿Justo a su lado? ¿En serio?

Él caminó hasta allí, y apoyó el estuche de su instrumento en el suelo. ¿Qué sería? Se preguntaron todos.

—Bueno, como sabrán todos, el festival de verano es la semana que viene. Si, falta poco tiempo, y eso por eso que vamos a estar muy atareados con los preparativos. No pudimos concordar antes porque tuve mi viaje y nos retrasamos bastante. Sin embargo, todos los que se encuentran en esta mesa son personas dedicadas a lo que hacen, así que no tendremos problema alguno. Lo primero que quiero organizar es la comida. Para lo salado, están ellos dos. —Carlo se paró atrás de los dos cocineros del pueblo, a los que todos conocían y querían—. Les he preparado una lista de lo que van a preparar, que se asemeja muchísimo al año pasado. —Entregó un papel que tomaron y ya comenzaron a leer—. Ahora, ellas cinco, se van a encargar de la decoración en la plaza. Aquí también les tengo una lista de lo que van a hacer, también es muy parecido al año pasado. Ellos, van a encargarse de la música comunal, por así decirlo, que se va a tocar durante todo el rato. Aquí tienen las canciones. —Eran los músicos favoritos de las dos amigas. El alcalde se acercó a las sillas de Juliette y Thania—. Ambas, prepararán los deliciosos pasteles. Estos son los correspondientes. —Thania tomó la lista y comenzó a leerlos. Se alegraron que les hubiera ahorrado el trabajado de andar copiando ellas mismas. Por último, fue hasta Mark, el único nuevo y le sonrió—. Él cantará la canción final.

Todos le sonrieron alegres. La canción final era la más emotiva de todas. Siempre era diferente y se elegía a alguien al azar, del comité, claro, para que practicara una canción y la cantara en el escenario que se preparara. Era una forma de hacer participar a cada miembro del comité, de una manera diferente a la que lo hacía normalmente. A algunos les gustaba, y a otros no.

—Ay, dios, ojalá no me toque —dijo Thania, cruzando sus dedos.

Las chicas tomaron sus manos fuertemente, y cerraron sus ojos, rogando que no les tocara cantar a ellas. La secretaria sacudió los papelitos con los nombres entre sus manos y Carlo sacó uno, con la felicidad de un niño.

—Juliette Thompson.

—Ay, no —dijo, con los ojos aún cerrados.

...

Mi querido Mark ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora