Capítulo 42

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Esa canción quedaría escrita en su libro de recuerdos, esos que guardaba en su mente

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Esa canción quedaría escrita en su libro de recuerdos, esos que guardaba en su mente. Jul creía que todos teníamos un libro en donde se almacenaban nuestros recuerdos más hermosos e importantes, separados de los normales y cotidianos.

Mark terminó de tocar y fue hasta arriba de la casa del arbol, pero no la llamó. Supuso que fue a buscar algo, y así lo hizo. En las manos tenía un frasco de cristal, con pequeños agujeros en la tapa, que no tardó en entregarle. La chica miró con sorpresa el insecto que volaba en su interior, y brillaba, como había recordado desde siempre.

—Son tan bonitas —dijo, y pudo notar que la estaba mirando—. ¿Cómo la atrapaste?

Él se rió, y revolvió su cabello, y un poco nervioso dijo:—Lamento desilusionarte pero no fui yo quien lo hizo, le pedí a un niño que repartía el periódico, si podía conseguirme una para hoy a la noche.

Se trataba de Harry Miller, y conociéndolo, seguro le habría cobrado caro por algo tan simple como atrapar una luciérnaga. Sonrió divertida al imaginarse aquella extorsión.

—Gracias. —Y de un segundo al otro siguió—. Ahora debemos soltarla.

—Supuse que dirías eso. —Él rodó los ojos, y la chica abrió el frasco.

Ambos miraron como se iba, y se ponía a volar junto a otras que se veían a la distancia. No podía pensar en otra cosa más que en luces de navidad. Siempre que esos insectos brillaban juntos, parecían formar hileras de luces. Aunque de más pequeña, creía que eran hadas disfrazadas de insectos. Quizás si había madurado en algunas cosas.

Hasta que se hicieron las doce, se quedaron charlando un rato más, sentados en la hierba, mientras arrancaban algunos con la mano. Hablaron de temas tan variados, que al final, un silencio cómodo y tranquilo fue la cereza del pastel. Bueno, no del todo, porque la pregunta que le hizo al final la dejó más que sonriente.

—¿Irás a la fiesta de mañana? —preguntó, sacándola de una ensoñación, en donde incluso ya había cerrado los ojos.

—Uh, em, si, creo que si. —Se corrigió al instante, notando lo tonta que había sonado—. Claro que iré.

—Te paso a buscar como a las nueve.

Jul volteó a verlo y no la estaba mirando, pero sonreía con suficiencia. Ella no dijo nada, pero lo estaría puntual esperando. Aunque se avergonzó de que tuviera que verla con ese extraño vestido, y hubiera querido que su primera cita con él fuese en un lindo atuendo azul, porque todos decían que ese color le quedaba. Sin embargo, volvió a la realidad en donde ese chico que estaba a su lado la invitaba a salir, y ella también sonreía sin mirarlo.

...

La lluvia que se largó minutos después, no fue nada que les quitara la sonrisa. Ambos corrieron a sus bicicletas y pedalearon, riéndose como locos. De alguna manera, la situación, el momento era perfecto, hermoso, refrescante.

Mi querido Mark ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora