Capítulo 1

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Y es que por las noches, me cuesta respirar

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Y es que por las noches, me cuesta respirar. Siento que me ahogo, que me falta el aire. Algo de mi murió, algo muy importante, creo que mi corazón está congelado de a partes. Me pongo a pensar como fue que sucedió, y me pierdo en llanto...

Tres meses atrás.

Juliette abre la ventana bruscamente, sintiendo el aire húmedo y de mañana. Tiene sus ojos hinchados, y le pican un poco, porque ayer por la noche no se acostó tan temprano como hubiese querido. En la punta de la cama, se encuentra Simón, su gato, el responsable de haber tirado un recipiente y causar un estruendo a las dos de la mañana.

—¿Qué te pasa? Te dije que hoy era lunes y teníamos un día ocupado. —Le dice, mientras lo levanta y el felino empieza a ronronear—. Vamos, te daré el desayuno.

La chica sale de su habitación, aún con el pijama y baja las escaleras con destreza. Ni su madre ni su padre están despiertos, así que ella misma empieza a preparar el desayuno, obviamente, dejando antes a Simón en el suelo.

—Oh, no hay atún —dice triste, mientras revisa la alacena—. Tendré que darte estos, después pasaré por la tienda. Hey, no te quejes que nunca te falta. —El gato ya había empezado a mover su cola molesto. Desde pequeño había odiado el balanceado, pero ahora el hambre le ganaba.

Juliette pone la vieja cafetera a funcionar, mientras enciende el estéreo y los Beatles inundan la cocina. El sol ya está tomando potencia en el cielo, y el calor de verano se siente un poco más en el pueblito. Los padres de la joven se espabilan y también bajan las escaleras, notando, como todas las mañanas, el alegre aire que se respira en la cocina-comedor.

—¡Buenos días!—anuncia ella, al verlos por fin despiertos—. No tarden, que se les va a enfriar.

Desde que aprendió a amar las mañanas, Jul se ha esforzado por despertar temprano y hacer quehaceres que la reconfortaran antes de empezar el día. Amaba preparar el café, y dar de comer a su gordo gato, así que ya era rutina. Bueno, a excepción de cuando eso no funcionaba y se quedaba dormida. A quien vamos a engañar, nadie es tan perfecto.

—Gracias, Jul —Diane sonríe a su niña, mientras toma asiento, junto a su esposo, cada uno en su lugar de siempre, y comienzan a desayunar.

Afuera, el chico de los diarios hizo sonar su campanilla, y minutos después, el papel chocó contra la puerta. Gerard se levantó y fue a buscarlo, para comenzar a leer los enunciados. Juliette se preguntaba que era lo interesante de esa actividad. Allí nunca pasaba nada, y los títulos eran de los más aburridos, pero como no tenía mucho tiempo para entablar una larga charla con su padre, simplemente dijo:—Entro más temprano de costumbre, porque Thania me dijo que serviremos los nuevos pastelitos que todos querrán probar, ¿está bien? —preguntó tranquila, para segundos después, darle un mordisco a su galleta.

—Si, está bien, cielo. —La madre sonríe hacia su hija, que ya veía que se estaba levantando—.  ¡Que les vaya bien a ustedes también! —Jul les dio un beso en la mejilla a ambos y corrió rápidamente hacia el baño para darse una ducha.

...

Ya cambiada y totalmente alistada, se dirigió a la puerta y salió al porche, para buscar su bicicleta blanca. Le quitó el pie y montó en ella, encaminándose al pueblo como de costumbre. Olvidó que su morral pequeño seguía colgando de su hombro y se lo quitó, para ponerlo en el canasto de mimbre. El cielo azul la recibió con los brazos abiertos. El camino de tierra tenía las mismas piedras, en el mismo lugar de siempre. Los árboles a sus costados parecían darle los buenos días.

—¡Hola Jul!—Esa era la voz del zapatero.

—¡Buen día, Charles!—movió su mano a forma de saludo, sin sacar la otra del manubrio.

—Hermoso día, ¿no Juliette?—Aquella era la viejecita Miller, que como diario, regaba los pensamientos de su jardín, con el viejo perro blanco durmiendo en la entrada.

—¡Precioso!—respondió, saludándola.

Y así siguió saludando a los demás que se le cruzaban. El mismo y pequeño pueblo que Juliette tanto amaba. Una vez llegó, dejó la bici apoyada en la entrada y abrió la puerta. "Panadería Dulce Dulce". La campanilla sonó, como siempre que entraba y salía un cliente.

—¡Buenas!—saludó, mientras dejaba sus cosas en una silla de madera, esperando que alguien respondiera.

—¡Hey!—Thania salió desde atrás del mostrador y la asustó—. ¿Cómo va?

Las amigas se saludaron y suspiraron viéndose de nuevo ahí, como cada vez, en "Dulce Dulce". El aroma a chocolate, pan caliente, y galletas con glaseado blanco salía desde la cocina. Ningún cliente había aparecido aún, pero no tardarían, apenas el cartelito de la entrada pasara de "Cerrado" a "Abierto".

—¿Nadie te dijo?—Thania y Juliette estaban en la cocina. Mientras Jul abría una caja con los papeles para los pasteles, la otra revisaba el horno.

—¿Qué?—preguntó—. ¿Qué ha pasado?—No se preocupó demasiado, ya que su amiga no había sonado así. La conocía tan bien, que presentía que estaba feliz.

—Estoy saliendo con un chico.  —La rubia puso sus manos en las caderas, fingiendo ser importante ahora que lo había dicho. Su amiga abrió los ojos de par en par y soltó un gritito de sorpresa y emoción, mientras soltaba la tijera y corría a tomarla por los hombros.

—¿De dónde es? ¿Quién? ¿Ya se besaron? ¿Se tomaron la mano? ¿Te dijo que eras especial? — Todas las preguntas se le amontonaron—. ¿Te dijo te quiero? —Tapó su boca riendo y notando lo desquiciada que estaba siendo. 

Aunque no le importó. ¡Su amiga salía con un chico! Era demasiado loco. Y ella quizás también ya estaba atrofiada de tantas películas románticas.

—Lo conocí en la ciudad, se llama Nathan y no, nos besamos. —Thania rió nerviosa, ante la atenta mirada de su amiga, que parecía absorber cada palabra con sus grandes ojos—. Nos tomamos de la mano una vez y si, me dijo que era especial...—La rubia gritó y Juliette también, las dos al mismo tiempo—. Aún no nos dijimos te quiero —culminó su historia con una sonrisa, encogiéndose de hombros. Jul estaba tan feliz, como su amiga. Amaba verla así, y sabía bien cuanto se merecía sentirse amada. Ella era de esas personas que estaban contigo a cada momento, a cualquier hora, siempre que la necesitaras.

—Me alegro tanto por ti.—La abrazó fuerte, pero después, volvió a tomarla por los hombros, esta vez con expresión seria—. Ve con cuidado, ¿si? No lo conoces bien, procura ser cautelosa.

—Lo sé, lo sé.—Siempre se ponía tan protectora con ella—. Gracias por apoyarme.

Esas amigas eran de las pocas que pueden considerarse verdaderas. Se tenían una a la otra, como hermanas de sangre. Juliette amaba ver parejas felices, y ahora su amiga sería una de ellas. Esperaba algún día, sentir eso por alguien.

...

¡Hey! ¿Qué tal el primer capítulo? Siempre hay que probar cosas nuevas :3 Díganme que les pareció.

Mi querido Mark ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora