Capítulo V

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Cassandra

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Cassandra

Despierto para presenciar el amanecer. Mis nervios están a flor de piel. Esta vez, la pesadilla ha durado más de lo habitual. No me siento con ánimos, pero hoy tengo que tener más fortaleza que nunca, porque será mi primer día de trabajo. Y no estoy dispuesta a perderlo, quiero llegar puntual y dar una buena impresión, aunque mis ojeras no le hagan justicia a mi imagen.

Me arden los ojos. El cansancio o la batalla que lucho cada madrugada cuando la oscuridad me atormenta hace que empiece a derramar lágrimas. Miro a mi alrededor y lo que veo es indigencia. Me encuentro en un sitio apartado del pueblo. Uno donde un asesino puede hacer conmigo lo que quiera, porque no lo va a escuchar nadie.

No más lágrimas, Cassandra.

Empiezo a alistar todo, dentro de lo que se llamaría todo, porque solo es mi cama. No hay nada más. Todo lo que se encuentra en la cabaña abandonada está deteriorado e inservible. No he comido desde la noche anterior así que, espero poder comer algo en la cafetería.

Me acerco al baño, miro mi rostro algo cansado y con los párpados enrojecidos.

¡Mierda!

Cojo el dentífrico y coloco una pequeña porción en el cepillo de dientes. Me limito a cepillarme rápidamente, porque se supone debo partir ya. Una vez terminada mi limpieza, dejo todo alzado. Salgo del cuarto, cierro la puerta y la bloqueo con un sofá deteriorado que mantengo a un costado. Aquello es una medida de seguridad. A pesar de ser una cabaña abandonada, bien podría ingresar cualquier desconocido con aires de investigador y encontrar mi espacio de descanso con lo poco que tengo de pertenencias.

Bajo por todas las escaleras que rechinan cuando doy cada paso. La madera en todos lados del lugar tiene en partes polillas y en otras un tapiz de moho que la cubre. El sonido es lo menos importante en este sitio, porque nadie escucharía algo que surgiera de aquí a kilómetros. Salgo de la cabaña en dirección a la carretera para poder encontrar quien me lleve al pueblo.

—¡Espere! —grito, cuando veo pasar un auto de carga de legumbres con una señora como conductora. No me presta atención. Incluso me doy cuenta que aumenta la velocidad. Llego a pensar que cree que le haré daño.

No soy ninguna asesina.

¿La gente en el pueblo es paranoica? O ¿Es mi idea?

Resoplo por la frustración. Unos segundos pasan cuando veo venir otro carro, pero esta vez es un Aveo, a diferencia del primer auto no logro ver en éste quién está dentro. Empiezo a sentir miedo, pero no estoy dispuesta a irrumpir en mi meta así que, me ubico en la carretera y estiro mis manos para que el conductor se detenga.

—Estoy loca —musito.

La adrenalina por hacer algo inesperado se corta a raya cuando veo que el Aveo no tiene intención de detenerse. Cierro mis ojos, mi corazón palpita de manera acelerada seguido del sonido de los frenos.

Demonios de Noche © - [Serie pesadillas] [Libro #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora