Capítulo X

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Asaf

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Asaf

Adrien me espera a fuera de la cabaña; su miedo por este lugar es inevitable, después de todo lo sucedido aquí. Su negativa por no subir, no me sorprende, aún no puedo creer que una chica como ella viva en este sitio. Subo sin hacer ruido por las escaleras, y justo cuando me materializo en las sombras, la veo ahí, destrozada e infeliz.

—¿Cassandra? —suelto, sin pensarlo, al percatarme de su desnudez cubierta con una sábana fina que poco oculta su figura.

La veo sentada con las piernas recogidas y la cabeza cabizbaja. No puedo soportar verla así. Hay poca luz natural que brinda la luna. Cassandra no me ve, porque estoy escondido entre las sombras de su cuarto. No me he atrevido a utilizar ese poder en mi vida, hasta ahora, porque el saber sobre su estado se vuelve tan primordial a cada segundo, después de enterarme que mi tío se ha involucrado.

La escucho sollozar y quiero acercarme. Su mirada llena de lágrimas comienza a vagar hacia todo el cuarto. Está tratando de encontrar algo, lo sé, a mí. Sin embargo, no lo sabe, porque busca algún cuerpo figurado cerca de ella o algo que le de respuesta de quién ha pronunciado su nombre.

Cassandra vuelve a bajar su cabeza, al parecer cree que fue un delirio suyo escucharme. No puedo dejarla así, toda triste y angustiada. Tengo que ayudarla, y la única forma es mostrando lo que soy. Me la juego, porque —mucho antes de estar aquí— se ha condenado cuando nos hemos tocados.

—Cassandra —digo, mientras me vuelvo visible ante su presencia.

Alza su mirada, pero esta vez tiene los ojos totalmente abiertos en dirección a mí. Sus párpados se encuentran hinchados y rojizos. Me condenarán por estar aquí, pero la chica que está con el alma destrozada frente a mí me necesita. Estoy sin saber cómo llamar esa sensación que tengo de cubrirla entre mis brazos y no verla caer al precipicio donde está a punto de tirarse su ser.

—¿Tú? —dice, mientras instintivamente cubre su cuerpo.

—No tengas miedo. —Me las arreglo para hablar, sin parecer nervioso.

—¡Vete! —grita, y su voz suena tan fría como el mundo oscuro al cual pertenezco.

¿Qué le hizo mi tío?

Doy unos pasos al frente y su cuerpo retrocede hacia una esquina de su cama como medida de protección.

—Vine a ayudarte —susurro.

—Tengo miedo —suelta al fin, y sus lágrimas empiezan a asomarse.

Al escucharla decir aquello, sin pensarlo y como obra magnética, todo de mí se encamina hacia ella, sentándome en el borde de la cama. No la toco, no debería de hacerlo, porque no necesita eso; ninguno de los dos lo necesita, eso es lo que creo.

—¿Dime qué te pasó? —pregunto, porque no aguanto ni un minuto más sin saberlo. Me saco mi gabardina para entregársela, y así pueda cubrir su cuerpo totalmente—. Ten.

Demonios de Noche © - [Serie pesadillas] [Libro #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora