Capítulo XVII

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Cassandra

Veo mi imagen sentada con las piernas cruzadas y la cabeza cabizbaja encima de una cama. Estoy mirando al parecer mis manos, una llama empieza a surgir de ellas, es transparente con filamentos azules. Una mezcla extraña para considerarse fuego.

La habitación se me hace desconocida, nunca había estado en un lugar así; no que recuerde.

El lugar está lleno de objetos para bebés, unas muñecas en el piso como si recién hubiesen jugado. Las paredes decoradas con tapiz rosa con un acabado de globos. Cada vez que me fijo más en las cosas, estas empiezan a resultar familiares.

Mi cabeza empieza a doler, sin contenerme por el dolor, empiezo a caminar hacia mí o ella.

—¿Cassandra? —Resulta raro decir mi nombre a otra persona, pero me estoy viendo ahí, y no hay nadie que pueda desmentirlo solo ella.

Las llamas empiezan a recorrer su cuerpo, cubriendo cada parte. Extiendo mi mano para tocarlas, entonces, ella —o sea yo— me agarra ambas manos.

Cierro los ojos pensando en dolor, pero el fuego no quema, más bien, es como una brisa refrescante.

—Suéltame. —Me quejo, porque presiona fuertemente.

Su cabeza empieza a levantarse lentamente y sus ojos se apoderan de los míos, dejándome ver los espeluznantes que se ven con el brillo rojo que resplandecen en ellos.

Al verla, claramente, me fijo que no soy yo, aunque sea igual a ella. Empieza a derramar lágrimas de sangre que recorren sus mejillas, cayendo finalmente en la sobrecama blanca. Esta la absorbe y de a poco se tiñe de rojo, extendiéndose el color por toda la tela hasta cubrirla completamente.

Observo todo, impactada.

—Aléjate de él —suelta. Su voz es fría y dura.

Asaf, es lo primero que se me ocurre pensar.

—¡Suéltame! —Esta vez grito, y con fuerza logro zafarme de su agarre.

Caigo al piso sentada, golpeándome fuertemente. Entonces, ella empieza a levantarse, tiene el mismo vestido que tenía cuando estaba prisionera por el tío de Asaf.

Empiezo a retroceder, arrastrándome en el piso. Cada paso que da, a mi corazón le roba una punzada fuerte que duele, cortando mi respiración por segundo.

—Aléjate de él. —Al escucharla repetirlo sé que no es una sugerencia o algo parecido a eso; es una orden lo que me dice.

Me golpeo contra lo que sería la puerta, no logro saber si es eso, porque la persona igual a mí no me da opción a mirar atrás. Recojo mis piernas temblorosas, ella se me acerca y se arrodilla frente a mí.

—¿Quién eres? —pregunto, con el fin de distraerla a lo que estaría dispuesta a hacerme.

Extiende su mano y me acaricia la mejilla. Busco en su mirada algo que me conecte a ella y me encuentro con mi imagen reflejada a través de sus ojos. Sigue llorando, una tristeza invade su rostro.

Demonios de Noche © - [Serie pesadillas] [Libro #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora