Capítulo XIX

3K 418 12
                                    

Cassandra

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Cassandra

Van a ser las 2:00 a.m.

Miro a la ventana, y la luna está oscura prácticamente inexistente. No hay reflejo de su luz que consuele mi temor de entrar en el sueño súbito que no puedo parar. Estoy en una habitación que no es la mía con personas que ocupan la casa, pero aun así me siento igual de temerosa como cuando estoy sola.

Me acuesto en la cama, preparándome para lo inevitable: mi mundo se apaga y mis pesadillas afloran.

Suelto un vago suspiro.

Uno, dos, tres... cuento como siempre para olvidar por segundos lo que está a punto de ocurrir.

Y sucede.

—Cassandra. —El aire susurra mi nombre en voces repetitivas y oscuras.

Me resisto a ver la escena.

Aunque doy mi mayor esfuerzo, mi visión se aclara.

—¿Qué es esto? —suelto, aturdida.

Estoy entre cuatro paredes blancas sin una puerta de escapatoria; lo terrorífica es que estoy rodeada de sangre. Mis manos se encuentran envuelta en el viscoso líquido rojo. Trato de limpiarme en mí, pero no hay ninguna diferencia, sigue igual.

—¿Dónde estoy? —grito, con todas mis fuerzas.

Nadie responde.

Ni el aire, que me hablaba hace un instante, lo hace. Bajo mi mirada al suelo en resignación, la sangre empieza a expandirse más y más en el piso.

—¿Cassandra? —La voz de Asaf me hace reaccionar. Echo un vistazo al frente. Él está parado, observándome arrimado a la pared.

Me levanto, pero una pisada errónea me hace perder el equilibrio. Sin embargo, algo sucede, unas manos me atrapan y sé que son de él.

—¿Asaf? —Mi actitud es un poco vacilante, porque me niego a pensar que él esté en mis pesadillas. Es la primera vez que pasa eso. Todas son relacionadas con sombras en formas de cuerpos que llevan a humanos arrastra hacia el fondo de un hueco del cual emana llamas.

Sus brazos logran establecer mi postura, incorporándome de pie. Estamos a milímetros de estar cerca teniendo una imagen en primer plano de su pecho. La fina tela de su camisa gris cubre su tonificado pectoral. Mis mejillas arden al recordar que toqué su desnuda piel. Dudo en alzar mi mirada para ver su rostro.

—Estoy aquí por ti —dice, suavemente, logrando estremecer cada fibra mi cuerpo.

Eso es todo.

Tiene una forma adecuada de lograr captar mi atención, y lo está haciendo. Mis ojos atrapan los suyos su iris color avellana sigue intacto, no hay brillo en ellos. Mi confianza se incrementa al saber que su humanidad está conmigo, y no su demonio. Aun así, sé que no debo estar cerca de él, y menos sentir esta marea de emociones que me invaden a las cuales no le encuentro explicación.

—Tú no deberías estar aquí —digo, con un extraño dolor en el pecho—. Esto no es real.

Su mirada divaga en la mía como si no me entendiera.

—Es más real de lo que crees —Sonríe.

Mientras sus manos acarician fugazmente mi rostro, yo apoyo las mías en su cintura. Acerca su rostro al mío, y sé hacia dónde va todo. Un beso. Un delicado y cálido beso que enciende todo como un ardor que no quema, pero se encuentra presente.

Un leve desprendimiento de sus labios en los míos me da la oportunidad de articular unas palabras expresadas con dolor.

—No quiero esto.

La magia se detiene, porque somos como un mar tranquilo en un día seco y caluroso. Aun así, siento que sus manos se mueven, pero algo extraño acaricia mi espalda, y no es su piel que hace tacto con la mía, sino una especie de textura filosa. Como si de fotografía se tratara la imagen de las garras de su tío vienen como un recuerdo fugaz a mi mente.

Las garras... ¿Asaf aceptó a su demonio?, pienso tarde.

La profundidad de cuchillas —clavadas en mí— me desmorona, haciéndome trizas por el agudo dolor.

—Lo siento —susurra Asaf.

Me deja caer de rodillas al suelo, pero por instinto logro colocar mis manos en el piso para sostenerme. Retrocede unos pasos hacia tras, no sé si mi corazón se parte o el dolor me está haciendo delirar, pero alzo mi mirada para observarlo y buscar en sus ojos la señal de que está presente.

No es él, algo ocupa su cuerpo, pero no es él.

Tiene garras que gotean lo que creo es mi sangre; no tiene el color negro con el cual conocí a su demonio, ahora lo reemplaza una estela de tatuajes que al apreciar su cuello veo que terminan ahí. Una punzada me distrae, pero cojo valor para mirar hacia su rostro. Sus facciones se ven toscas como si estuviera enojado, resaltando su mirada que alrededor de ella se torna gruesa, oscura y tenebrosa. Sin embargo, la única razón que me confirma que ya no está presente conmigo en su forma humana son sus ojos que brillan en fuego.

—¿Por qué a mí? —musito, y las lágrimas no demoran en asomarse.

Solo son días de haberlo conocido, y él tenía todo de mí de una forma extraña que es difícil desprenderse del sentimiento que provoca en mi ser su presencia.

Agacho mi cabeza resignada, pero mi sangre está recorriendo mi espalda hasta la parte baja de esta.

Quiero odiarlo, pero no puedo. Siento que estoy conectada con él de una forma que las palabras no pueden explicar.

—Aléjate de mí, Cassandra —escucho su voz algo ahogada y triste.

Alzo mi mirada para verlo y ya no está.

Ni su demonio, ni él.

Me fulmina la debilidad que provoca estarme desangrando. Se supone que son pesadillas, esto no es real... no debería de serlo.

Colapso y me pierdo en la oscuridad.

—¡Oh, Dios mío! —escucho el grito de la señora que me da posada.

Abro mis ojos con dificultad. Ella me ve con ojos asustados y el chico de cabello rizado —que no me he dignado a preguntar su nombre— me saca de la cama en sus brazos, sujetándome fuertemente en ellos.

Veo la escena, totalmente confundida. Un pequeño giro que me hace ver la cama donde estaba durmiendo me llena de impacto. Está llena de sangre, y es real.

Y vuelvo a dejarme llevar por la debilidad teniendo como última la imagen del chico con sus ojos verdes penetrantes, observándome.

Demonios de Noche © - [Serie pesadillas] [Libro #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora