Capítulo XXII

3.1K 428 31
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Asaf


Realizo un corte profundo en la palma de mi mano, acercándola al pecho de Cassandra que  deja de latir. Mi desesperación aumenta. Por un lado, me siento aterrado de perderla, pero por el otro... confiado de que es la única manera de recuperarla.

—No te vayas, mi luz —susurro, cerca de su oído, y la última gota de sangre por darle cae directo en una de las cortadas que dan directo a su corazón.

Si no despierta en menos de un minuto la habré perdido.

Caigo al suelo sentado, rodeado de la sangre que Cassandra ha derramado, y no me importa mancharme; eso es lo de menos, sabiendo que la estoy perdiendo.

¿Cuántas veces puede romperse mi corazón en esta vida? Y ahora estoy sumergido en una vida eterna.

—Sus manos... sus —dice la anciana, logrando captar mi atención. Ella señala hacia el cuerpo de Cassandra.

Miro enseguida y me sorprendo con lo que veo. No existe una emoción que describa el sentimiento que me embarga ante lo que está sucediendo. Su mano derecha hace un leve movimiento, y no dudo en levantarme para estar ver sus ojos cuando despierte. 

Es una señal.

Está viva.

—Cassandra, si me escuchas... —Respiro hondo, agarrando sus manos de manera temblorosa—. Estoy aquí contigo, y te prometo que esta vez no me iré.

—No le prometas algo que no cumplirás —dice la voz grave del chico, detrás de mí.

—Si tú te vas, estaré perdido en un camino de miseria. —Sus manos realizan un apretón a las mías.

—Asaf —escucho, mi nombre de sus labios en un leve sonido que el aire se lleva.

Y sus párpados se abren.

He cometido un error.

En su iris aparece una especie de fuego fugaz que cambia el color de sus ojos al tono del mío.

Avellana.

Me quedo paralizado, mientras ella me busca con su mirada. La única respuesta a eso es la vinculación.

Nos hemos vinculado.

—Despertó —escucho, la felicidad de la anciana, mientras se acerca a nuestro lado.

—Quiero verla —anuncia el chico, sintiéndolo que camina hacia nosotros.

Ambos se dan cuenta de lo que pasa.

—¡No puede ser! —expresa, con pánico, la anciana.

Lo único que hace el chico es retirarse y salir de la habitación, pateando la puerta a su paso.

—¿Qué pasa? —logra articular Cassandra.

Llevo una de mis manos para acariciar su rostro y darle algo de calma. Quiero que sienta que estoy con ella pase lo que pase. Y ahora es el momento de demostrarlo.

—Te lo diré, pero primero tenemos que salir de aquí para limpiar toda la sangre en ti.

Asiente ingenuamente.

La anciana no habla más, solo se limita a ayudarme a levantar a Cassandra de la camilla con cuidado. Mientras ellas caminan fuera de la habitación, me alejo de ambas. Entonces, Cassandra se detiene y se vuelve hacia mí.

—¿Te irás? —pregunta como si la vida se le fuera si respondiera con un sí.

—No —niego—. Anda con la señora que ella te aseará.

Sonrío, y ella hace lo mismo.

Por su mente ha de pasar lo mismo que por la mía. Veo que se sonroja, y lo único que hago es asentir. Se deja llevar por la señora, y me quedo en la habitación donde la vi morir y revivir al mismo tiempo, pero ahora ella es parte de mi infierno.

Intento limpiar todo el lugar como muestra de agradecimiento por tenerla y cuidarla cuando más me necesitaba. El olor que deja la sangre a su paso se vuelve delicioso para mis sentidos. Me reto a mí mismo a aceptar que es normal sentir aquello, después de todo, soy un demonio. Y aquel líquido rojo es un banquete si se lo consume de una presa que cuesta cazarla. No todas las almas resultan ser de aroma adictivo, solo las que son ingenuas, puras y valientes.

Termino de arreglar todo, y me dirijo por el pasillo para ingresar en el cuarto que dispuse para Cassandra en el primer día de su estancia, pero la mirada gélida del chico interrumpe mi camino. Sentado en un sofá de la sala, mirándome con desprecio y asco; al parecer. Sé que debe odiarme por ser lo que soy: un demonio.

—Serás como todos. —Me apunta con su dedo—. Tú solo la quieres para tu beneficio.

No respondo a su claro comentario de chico herido. Me pregunto si él ha aprovechado mi ausencia para acercarse a Cassandra.

—Ningún demonio ama —declara—. Ningún demonio es bueno.

No discuto con su lógica, pero él se olvida de algo; mi corazón es humano.

Lo ignoro y busco la habitación de Cassandra, al ingresar veo que la cama está manchada totalmente con sangre. No puedo quejarme, tengo que limpiar así que, me dispongo a hacerlo. Minutos se me van mientras limpio con trapos mojados el piso y busco otro colchón en la bodega para reemplazar el sucio.

—Listo. —Le doy unas palmaditas a la cama.

—Asaf —escucho la voz de Cassandra, volteo y la encuentro vestida con un hermoso vestido púrpura que llega por encima de sus rodillas.

No sé si la anciana le ha mencionado que estamos vinculados, pero antes de hablar de cualquier tema me adelanto en decirlo.

—Cassandra, debo decirte algo importante. —Me acerco a ella, y con nervios por un corazón que se me acelera al estar cerca de su presencia, tomo sus manos—. Estamos vinculados.

Espero la sorpresa en su mirada, un golpe, un grito, una lágrima, una emoción que me diga que rechaza su condena.

Y no pasa.

—Lo sé. —Sus palabras salen sin ningún tono de emoción.

—¿Te lo dijo la señora?

Niega con la cabeza.

—Entonces, ¿cómo lo sabes?

—Porque en el momento de mi agonía supe que si habría una persona en este mundo a quién le daría mi corazón, y a ciegas, sería a ti.

Sus manos se sienten temblorosas al igual que las mías, ambos estamos siendo conscientes de que si estamos vinculados es porque en el tiempo que nos hemos conocido uno tiene un pedazo del otro en su corazón.

—Y si esto no es lo que esperas —digo, haciendo alusión a nuestra conexión.

—Yo no tenía a nadie antes de ti que diera su vida por mí.

Error o no, es algo que descubriremos.

Demonios de Noche © - [Serie pesadillas] [Libro #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora