Capítulo XIII

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Cassandra

Cada fibra de mi ser llega a un punto sin retorno, encontrándome atrapada entre la razón y la cordura. Estoy a segundos de entregarme a él, no tengo miedo, no tengo ganas de correr, solo quiero que me salve de la manera que quiera hacerlo.

A pesar de la oscuridad, veo luz en su mirar. Una especie de brillo transforma sus ojos de color avellana a naranja como un fuego que quiere escapar de su iris al confirmarme que lo hará. Me tocará, aunque resulte ser veneno para su piel. Nunca algo me pareció tan correcto aun sabiendo que lo lamentaré de alguna forma, lo presiento.

Puedo sentir su respiración agitarse, está tan asustado como yo. Ahora ya no sé lo que es real y lo que no.

Sin dejar de mirarlo, lentamente desabrocho la gabardina que cubre mi desnudez. La aparto de mí en un intento de acelerar todo el proceso. Cae al suelo, rozando mis piernas, dejando que el viento cubra cada parte de mí como un traje invisible a la vista.

—Hazlo —digo, mirándolo fijamente.

No pierde conexión conmigo, ni siquiera un segundo ha dudado en desviar la mirada para inspeccionar mi cuerpo.

—¿Preparada? —Sus ojos parpadean, traicionándolo y mostrando un miedo raro.

—Sí. —Asiento.

Se apega más a mí, dejando una delgada línea de distancia desdibujada entre nosotros. Su rostro tan cerca del mío que solo un mínimo movimiento falta para poder tocar cada parte de él. Suaviza su expresión, y no dudo en entender que es el momento. Mis brazos los tengo pegado a mis costados que no resuelvo en ser la primera en actuar, una parte de mí espera que Asaf lo haga primero.

—Tocaré tus manos. —El volumen de su voz baja.

Y en ese instante, hace tacto conmigo. Sus manos se entrelazan con la mía, y un ligero mareo me hace perder un poco de compostura. Ardor y frescura a la vez, una mezcla explosiva de sensaciones que su agarre implanta en mí. Me traiciona la curiosidad, y mi vista baja para ver qué está pasando.

—Tus dedos... —balbuceo. El color negro se apodera de ellos, extendiéndose por sus brazos. Sigo con la mirada hasta donde se extiende el tono, pero su camisa negra impide ver más.

—¿No tienes miedo? —susurra.

Tal es mi fascinación ante lo que estoy viendo que niego con mi cabeza.

—Entonces, querrás ver más de lo que soy. —Una sonrisa maliciosa se asoma en su expresión.

Me suelta, y con agilidad retira su camisa, dejándome a la vista su abdomen perfectamente esculpido. El negro sigue lentamente por su pecho, es como si un lienzo invisible tatuara su piel en líneas que poco a poco se van entrelazando con el fin de cubrir cada espacio de palidez.

Demonios de Noche © - [Serie pesadillas] [Libro #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora