Capítulo 4

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El primer cumpleaños de mi mamá sin mi papá había llegado. Había pasado apenas una semana del funeral, y nuestra cicatriz estaba sanando...poco a poco, claro. Lo más ético es guardar respeto por los muertos y no festejar durante no sé cuánto tiempo, pero nosotros no éramos así, y menos lo haríamos porque era el cumpleaños de mi mamá. Lo que menos queríamos es que ella estuviera en pleno cumpleaños llorando. Era sábado y Patricio y yo nos acercamos en silencio a su cama para despertarla con una sorpresa, Patricio hizo un «shhh» y yo asentí. Nos subimos a la cama despacio y gritamos a una misma voz: «¡HEY!».

Mi mamá despertó de golpe y se quitó la baba del cachete, estaba muy sorprendida.

—¡Oh! ¿Qué sucede? —exclamó mi mamá.

—¡Feliz cumpleaños, mamá! —dijo Patricio mostrando un pastel que había hecho él mismo y que tenía un signo de interrogación en vez de un número en medio del pastel.

Mi mamá sonrió y se tapó la boca con la mano.

—¡Muchas gracias, Pato! —respondió mi mamá abrazando a Patricio.

Yo los observaba y sonreía, bajé la mano para tomar una bolsa que tenía algunos regalos que le habíamos hecho a mi mamá.

—Patricio te hizo una carta y yo te hice un poema.

—Me gustaría oír el poema, Rodrigo —dijo mi mamá.

—¿En serio? ¿Ahora mismo? —pregunté, mi mamá movió de arriba hacia abajo la cabeza, acertando.

—Pensaba... Mejor leerla en la fiesta, aparte, pensándolo mejor, no es un poema en sí —comenté.

—¿Qué fiesta? —preguntó mi mamá.

—La que te organizamos, mamá, será aquí en la casa —confesé. Patricio y yo nos miramos con complicidad.

—¿Qué cosa? Y ¿con qué dinero? —preguntó mi mamá, Patricio se rió.

—Tienes unos hijos muy ahorradores, mamá —dijo mi hermano.

—Y ¿quién vendrá? —preguntó de nuevo.

Patricio y yo nos miramos de nuevo y nos comenzamos a reír.

—¡Todos! —admitimos.

—¿Todos? —mi mamá estaba muy sorprendida, Patricio se echó una carcajada.

—¿Y qué me pondré? —se cuestionó mi madre.

—Oh, no te preocupes, lo tenemos todo listo —dijo Patricio.

De la bolsa con regalos había una blusa nueva color café un poco holgada y de otra bolsa de regalo saqué un pantalón de mezclilla y unos tacones también cafés.

—Los tacones fueron cortesía de «Los Domínguez» —dije.

—¿Citlally y su papá me los regalaron?

—Sí —contesté.

Mi mamá sonrió. Sonrió mucho. Y nos abrazó a los dos juntos.

—Los amo hijos, los amo —nos dijo mi mamá al oído.

Miré a Patricio por detrás de la cabeza de mi mamá que nos abrazaba y le guiñé un ojo, todo nos había salido excelente.

Mi casa tenía una terraza increíble, en verdad, se veía gran parte de la ciudad y los atardeceres eran maravillosos. Era perfecto para hacer aquella gran fiesta, cabía mucha gente e iría toda la familia, amigos y algunos vecinos, y cuando digo vecinos, me refiero a Citlally.

Yo quería arreglar las cosas con ella, quería dejar de ser ese estúpido y tratarla como se merecía ¿sí? Como a esa chica de la plaza, quería ser ese chico que la abrazaba y bromeaba con ella. No quería lastimarla.

Lo que no es para siempre (Cosas que no duran #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora