Capítulo 26

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Citlally tenía una máquina para cortar el pelo en su mano. Era 10 de septiembre. Faltaban sólo diez días para mi cirugía.

—¿Estás listo? —preguntó sin vacilar y nerviosa.

—¡Ya, mujer! El pelo se me está cayendo, córtamelo YA —grité desde la silla donde estaba sentado con una especie de túnica para que el cabello no se me pegara a la piel.

Citlally pasó lentamente la máquina por mi cabeza a un nivel cero y echó un grito.

—¡Nunca le había cortado el pelo así a alguien! —exclamó.

—Mínimo te quité tu virginidad de «cortarle el pelo a alguien con una máquina» —dije entre risas.

—¡Eres un pervertido canceroso! —gritó Citlally riendo.

—¡Ya! Deja de ofenderme y continúa —pedí y Citlally siguió. Unos minutos después, Patricio entró a la habitación con Citi entre sus brazos.

—¿Nuevo look? —preguntó.

—Uy, sí. Claro —contesté y Patricio se sentó en la taza del baño. Estábamos en el baño de mi mamá, yo sentado frente a un espejo grande y Citlally haciendo su mejor esfuerzo por ayudarme.

—Volverá a crecer —dijo Patricio y acerté con la cabeza. Mi pelo no me incomodaba, sólo que, era una manera de gritarle al mundo que tenía cáncer, mínimo antes la gente pensaba que sólo tenía gripa o no sé. Pero las cosas cambiarían, entonces ya estarían seguros de que lo que me pasaba era que tenía cáncer.

—Te ves igual que el día en el que te conocí —dijo Citlally sonriendo y me dio un beso en la mejilla.

—¿Vamos a comprarle un regalo a mi mamá, Citlally? —dije parándome de la silla y tratando de coquetear con ella de broma.

Citlally soltó una risa y nos quedamos parados uno enfrente del otro.

—Te ves guapo sin pelo —aseguró.

—Gracias, seguro tú también te verías hermosa.

—No creo, pero gracias.

Patricio se levantó del baño y dijo:

—¿Tu táctica para ligártela fue invitarla a comprar un regalo para mamá?

—¡No! De hecho, fue el de la plática, eso fue lo que me hizo decir: «Este chavo es inteligente».

Patricio acertó con la cabeza.

—Escribe eso —exclamó y caminó hacia la puerta—. Por cierto, ustedes dos se ven muy juntos. En serio.

Ambos sonreímos.

—Gracias —dijimos casi a una misma voz.

Patricio y Citi salieron del baño.

Y mientras veía todo mi cabello regado por el suelo, me sumergí en los ojos verdes de Citlally y le dije:

—No hubiera podido llegar hasta aquí sin ti.

—¿Hasta aquí? —preguntó Citlally.

—Tú eres mi ángel de la guarda y yo fui tu demonio. Creo que voy a estar en deuda contigo toda mi vida —Citlally sólo me observaba—. Te quiero a ti, Citlally. Sí, te quiero.

Ella me tocó el hombro y sonrió tímida y pareciera que dijo para sus adentros sólo por la poca intensidad de su voz:

—Yo también.

—Quiero estar contigo para siempre —admití.

Me abrazó.

—Lo estaremos ¿no? Hasta que pase todo lo que dijiste en la quinta de Edgar —me reí porque no lo recordaba.

Lo que no es para siempre (Cosas que no duran #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora