Capítulo 22

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No le dije nada de lo que había pasado a Citlally. No le dije de Lalo. No le dije de Bárbara y tampoco le dije sobre Lalo y Bárbara protagonizando un video pornográfico. Aunque sabía que eventualmente se enteraría de todo.

Estuve con ella ese lunes. Acostados en mi cama ya que mi mamá no estaba en la casa. Me contó sobre sus clases, que había conocido a gente muy agradable y que aprendió algo: «Cuando alguien cambia, el mundo que lo rodea también lo hace». Una muy buena quote si me lo preguntas. Citlally también me dijo que ya había terminado de leer Cometas en el cielo y yo le confesé apenado que yo no. A Citlally no le importó y dijo que me prestaría su libro para que pudiera leerlo más fácil. Fue por el libro a su casa y lo guardó en mi mochila para que lo leyera en alguna hora libre.

—¿Tienes tarea —preguntó.

—No —contesté acomodando la colcha.

—Deberíamos hacer algo —murmuró. La volteé a ver y alcé una ceja.

—¿Qué? —dijo riendo.

La comencé a besar y me quitó sin dejar de reírse.

—¡No, tonto! —gritó todavía riéndose y yo también me reía—. Vamos a ver una película.

—Vamos —contesté recargado en un brazo.

Subimos al tercer piso donde estaba la sala de cine. Saqué mi lista de «Películas que debía de ver antes de morir» que escribí cuando estaba en el hospital y la seguía escribiendo actualmente cada vez que eran los premio Oscar y si una película ganaba un premio y yo no la había visto, la agregaba a la lista.

Escogimos «Adiós a Lenin» no había ganado un Oscar pero sí era una película buena que hablaba y reflejaba el cambio en Alemania por la entrada del capitalismo.

Cuando la película terminó eran ya las seis de la tarde. Citlally preguntó que si quería ir a dar un paseo en su carro. Le dije que desde que había llegado no me sentía tan bien. Y que iba a tener que acostumbrarse a que no me sintiera bien.

—¿Ahora siempre vas a estar enfermo y sintiéndote mal? —cuestionó. Acerté con la cabeza.

Citlally me evitó la mirada y se paró de su asiento. Salió de la sala y fui detrás de ella.

—¿Qué parte de «me siento mal» no entiendes? —pregunté enojado deteniéndola—. No te voy a estar persiguiendo. No puedo estar persiguiéndote.

Citlally se echó a llorar sin aviso. La abracé.

—No puedo. Perdón —musitó.

—¿Qué no puedes? —pregunté.

—No puedo estar cuidando de ti —contestó.

—¿Qué? No te estoy pidiendo que lo hagas. Sólo pido que entiendas lo que está sucediendo, Citlally.

—¡No puedo entender! ¡NO QUIERO ENTENDER QUE ESTÁS MURIENDOTE!

—¿Por qué te pones así? ¿Por qué explotas de repente? ¡Estábamos bien! ¿No?

—Tú sabes que soy la persona más explosiva del mundo.

—Sí, y eso me cagaba de ti.

—Ah, ¿yo te cago?

—Sí, a veces me cagas.

—Tú también a veces me cagas.

—Te digo que me siento mal, no quiero pelear. Mejor vete —exclamé.

Lo que no es para siempre (Cosas que no duran #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora