Capítulo 24

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Intenté ir a la escuela el lunes, pero estaba tan cansado que tuve que llamar a mi mamá para que pasara por mí. No me sentía bien como para estar ahí. Carlos y Edgar no hablaban mucho conmigo entre clases, creo que sentían un poco de lástima porque yo tampoco hablaba, porque cambié y porque me veía enfermo. Siento que estar enfermo me hacía sentir como un niño chiquito, y creo que a veces también me comportaba así. Como si la enfermedad se hubiera tragado mi maldad y todo lo que quedaba de mí era físico, porque todo lo demás se había ido. También mi sentido de humor desaparecía poco a poco, no porque ya no pudiera reír, sino porque las cosas ya no me causaban tanta risa como antes lo hacían. Un chiste de doble sentido antes para mí era motivo de risa o de armar alboroto, pero ya no. Me quedaba quieto y fruncía el ceño. Lo que pensaba era que la vida es complicada y nos muestra caras diferentes a cada uno de nosotros, mientras unos hacen chistes de doble sentido, yo me estaba debilitando, y el simple hecho de pensar eso, le quitaba a todo lo divertido. También el viernes intenté ir, pero volvió a pasar lo mismo.

La directora me vio salir de la prepa ese día y me hizo una señal de un teléfono, tal vez refiriéndose a que me llamaría pronto, para hablar conmigo sobre mi salud. Era posible que decidiera convencerme de que dejara el curso, pero creo que cuando alguien con cáncer deja el curso, es porque sus posibilidades de sobrevivir son bajas. Pero es que la quimioterapia me estaba afectando mucho, y eso que eran las primeras sesiones.

Mi mamá pasó por mí a la escuela y me subí sin decir nada. Mi mamá tampoco decía nada, creo que ya se empezaba a acostumbrar a mis llamadas en media mañana y sólo me ofreció una bolsa con guayabas y yo la tomé.

Llegamos a la casa y saludé a Ana con una sonrisa, para que pareciera que tenía ánimos de saludarla, pero estaba mintiendo.

Ana ya estaba instalada en la casa, y se veía cómoda. Ayudaba en la casa, lavaba platos, trapeaba y barría. No le pedía a mi mamá que la ayudara con Citi, ella hacía todo sola.

Patricio llegaba a la una y media de la tarde de la escuela, y Ana lo recibía con Citi recién bañada y con algún vestido que le acabaran de regalar, pero nunca con comida hecha por ella. Ana era mala cocinando y Patricio lo sabía. Por lo tanto, cuando llegaba Patricio, él tenía que hacer de comer. No me molestaba que él cocinara, Patricio cocinaba muy bien, mejor que yo. Aunque su especialidad eran los postres, como ya había dicho, pero seguro no podría comer lo mismo que ellos. Yo tomaba muchos suplementos alimenticios y frutas consideradas aliadas contra el cáncer, y claro, tomaba agua y dormía mucho. No vi qué fue lo que hizo Patricio de comer porque me fui a dormir y me desperté a las tres de la tarde. Le mandé un mensaje a Citlally y le comenté que quería verla. Ella me respondió que acababa de llegar a su casa, se había ido de compras con sus compañeras del inglés y estaba muy cansada, pero prometía que en la noche iría a verme.

Prendí la televisión de mi cuarto y le dejé en el canal donde ya estaba. Según yo pondría atención, pero me quedé dormido de nuevo.

Mi mamá me despertó una hora después con un plato de comida en la mano y medicina en la otra.

Me senté en la cama y puso el plato de comida entre mis piernas.

—Hablé con el doctor —dijo por fin y le puse atención mientras comía.

—Van a intentar disminuir el tamaño del tumor lo más que se pueda, luego te harán la cirugía y de nuevo quimioterapia para eliminar lo que quede de ese asqueroso tumor que tienes.

—Ya sabía eso —aclaré.

—Te van a operar el 20 de Septiembre —agregó triste.

Acerté con la cabeza.

Lo que no es para siempre (Cosas que no duran #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora