Capítulo 9

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El miércoles había llegado, y justo desperté con un mensaje de Edgar a nuestro grupo:

«A las tres de la tarde en mi casa para irnos todos juntos».

Todos contestamos que estaba bien, y a la dos y media, pasé por Citlally a su casa. Toqué la puerta, el timbre no servía. Y Citlally abrió, como siempre estaba sola en su casa.

—¡Hey! —exclamó Citlally y tenía puesto un vestido rosa y su cabello planchado.

—¿Por qué te planchaste el pelo? ¿No piensas meterte a la alberca? —dije entrando a la casa de Citlally con un poco de dificultad porque tenía aparte de la mochila que llevaba cargando en la espalda (llena de bloqueador, toallas, traje de baño, ropa para después de la alberca y algo de comida) una de esas camas inflables para la alberca, que era la que traía en la mano.

—Sí, entraré a la alberca, pero no me pensaba ir toda despeinada.

Miré a Citlally de pies a cabeza y sonreí, porque se veía hermosa. Es tan bonita e inocente, tan genial sin ser sangrona y no puedes creer que tanta belleza quepa en algo tan pequeño.

—El pelo se te ve muy dorado cuando te lo planchas —comenté, Citlally sonrió.

—¿Quieres que nos vayamos en el carro y lo dejo en casa de tu amigo?

—Sí, eso estaría perfecto.

—Ok... —susurró Citlally tomando las llaves del carro y agregándolas en el llavero de la casa.

—¡Andiamocene!—exclamé y Citlally yo salimos de su casa. Nos subimos al carro y le dije que sólo por esa vez podía poner la música que ella quisiera.

—¡Ando de buen humor! —confesé.

—Para que quieras escuchar cualquier tipo de música, significa que hoy será un buen día.

—Lo será, Citlally... Lo será —contesté y Citlally arrancó el carro.

Después de quince minutos, llegamos a casa de Edgar y nos encontramos a mis amigos listos para irse a la quinta.

—¡Papote! —gritó Carlos al verme salir del carro de Citlally con una camisa interior y un short puesto.

—¿Estás haciendo brazo? —preguntó Lalo.

—Un poco —contesté.

—¡Mucho! —murmuró Carlos—. ¿O será que tu novia «Manuela» te está ayudando?

Carlos se calló al ver a Citlally salir del carro también. Con una gran sonrisa, le pegué en pecho para que dejara de hablar. Él realmente se apenó.

—¡Hola! —saludó Citlally, todos se miraron entre sí.

—¡¿Qué onda?! —exclamó Lalo, siendo el primero en saludar a Citlally. Edgar salió de su casa con una hielera y saludó de mano a Citlally y a mí.

—No serás la única mujer, Citlally... Ahorita llegara mi, mi... —Lalo se quedó pensando frunciendo el ceño—. Mi ¿quedante?

Todos reímos ante la inconsistencia de la respuesta de Lalo.

—Buena noticia, Rodrigo, ¡no eres el único que no tiene idea de qué tiene!

Se escuchó una burla gigante por parte de mis amigos y me quedé callado, tratando de reírme, pero siendo sincero, no me dio nada de risa. Que Citlally me expusiera en frente de mis amigos, para nada me hacía reír. Edgar trató de romper el hielo que se acababa de formar, preguntando:

Lo que no es para siempre (Cosas que no duran #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora