Capítulo 16

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Eran las doce de la madrugada cuando Laura puso mis manos en su cintura y me comenzó a bailar mientras Edgar nos observaba sorprendido. Las amigas de Laura se habían dispersado por el lugar y pude ver a algunas ya besándose con tipos. Carlos platicaba con Ivette, y la plática no le había permitido tomar más, sólo terminarse el vaso de vodka. Edgar platicaba ocasionalmente con Fede y «H», y se limitaba a mover un poco la cabeza con el ritmo de la música.

—Eres muy guapo —dijo Laura apenada.

—Gracias —contesté evitando mirarla a los ojos. Laura frunció la boca y levantó las cejas.

—¿Quieres algo de tomar? Quieres, no sé...—Laura me susurró al oído—. Héctor tiene tachas.

—¿Héctor? —pregunté.

—Quiero decir «H». Pero no debemos de decirle su nombre en público. Tiene muchos problemas con la ley.

—¿En serio? ¿Qué tipo de problemas? —pregunté dudoso.

—Esto es muy delicado, se supone que nadie debe de saberlo, Rodrigo —contestó Laura con vergüenza—. Pero, espero que no digas nada de lo que te diré; Héctor vende... Tú sabes, cosas que no son legales, pero son cosas chidas. Le conviene por una parte porque, sus jefes lo cuidan. Y supieron que tenía agallas desde la vez que mató a una chava. Héctor es de cuidado, es mejor tenerlo de amigo a que de enemigo.

—¿Mató a una chava?

—Lo obligaron a matarla, ella era drogadicta y no le pagaba a Héctor, por lo tanto, la mató. ¿No es eso súper cool?

—¿Es sarcasmo?

—¡No! Si te haces amigo de Héctor, podrás venir con nosotros todos los fines a los antros y nada malo te podrá pasar.

—Eso qué, no me interesa. ¿Por qué mató a esa chava?

—¡Porque la tipa era una pendeja! Equis.

¿Pendeja? ¿Drogas? ¿Héctor? ¿Antros? No estaba exagerando, era evidente que era el mismo. Lo de «mató» no era algo literal, tenía un sentido sexual, se refería a Citlally y yo no me podía quedar así. No podía verlo de nuevo a los ojos sin hacerle daño después de que sabía lo que había hecho.

—Citlally —murmuré y Laura dijo:

—¿Qué?

Solté a Laura. Caminé hasta la mesa donde estaba Héctor. Lo miré fijamente antes de hacer algo y le di un derechazo justo en la quijada. Cuando cayó encima de Fede y de Edgar, me di cuenta que no se podía parar. Estaba muy drogado. Todos voltearon a vernos, asustados, pero la música siguió sonando.

—¿Qué vergas te pasa? —gritó Carlos.

—¡Este pendejo es el que violó a Citlally!

—¿Qué pedo? Andas pedísimo, cabrón —exclamó Edgar. Pero no era cierto, no había tomado más que lo que nos dio Carlos.

Me volví a lanzar encima de Héctor, Fede me levantó y comenzó a golpearme en el estómago. La gente se hacía para atrás evitando entrar en la pelea. Le di un golpe en la cabeza a Fede y otro en la nariz. Él me tiró al piso y me pegué con la esquina de una de las mesas. Estaba a punto de quedar inconsciente cuando Héctor se levantó y Fede volteó para ayudarlo. Héctor me intentó dar una patada pero se cayó en el intentó. Carlos tomó a Fede de los brazos y lo recostó en una mesa. Quedé en el piso tratando de respirar. Me había quedado sin aliento por culpa de sus golpes en el estómago. Me dolían la cabeza y la espalda, pero lo que más me dolía era que no podía hacer más por Citlally, no podía regresar el tiempo y no podría borrar nunca semejante cicatriz.

Lo que no es para siempre (Cosas que no duran #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora