Capítulo 21

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Durante el resto de la madrugada traté de convencerme que sólo había sido una coincidencia lo del balón y lo del sueño. Pero una parte de mí, me decía que era verdad. Mi papá me había visitado en mi sueño.

Los rayos del sol entraban por la ventana de la recámara y comencé a mover a Patricio para que despertara.

—Primer día de escuela, arriba, arriba.

Patricio gruñó y se tapó todo con la colcha. Yo me senté en la cama y luego me paré. Me fui quitando la ropa en el camino al baño y me metí a la regadera de nuevo. Tengo cierta manía con el hecho de salir de mi casa sin bañarme. Al salir, el olor a café proveniente de la cocina me hizo sonreír y mi mamá estaba ahí esperándonos. Cuando llegué a la cocina mi mamá miró mi delgado cuerpo ya que sólo tenía la toalla amarrada.

—Rodrigo, tienes que comer, ¿cuántos kilos has bajado? —exclamó molesta.

—No sé —confesé sentándome en la barra de la cocina—. Aproximadamente cuatro kilos.

Mamá negó con la cabeza mostrando su desaprobación.

—Tienes que comer —repitió y me dio una manzana.

Mordí la manzana de mala gana y mi mamá me observaba mientras tomaba café.

—Vamos a abrir la cafetería —comentó sonriendo.

—¿En serio? Qué bien.

—Sí —respondió mi mamá con esperanza.

Sonreí y le di otra mordida a la manzana.

—Quiero que te recuperes, Rodrigo. Y quiero que crezcas, y quiero que vivas, y que seas feliz y que hagas todo lo que deseas hacer.

Me mordí el labio mientras pensaba si debería decirle a mi mamá sobre mi sueño, pero al final sabía que lo mejor era comentarle.

—Mamá, anoche soñé con mi papá y pasó algo extraño.

Mi mamá frunció el ceño y le dio otro sorbo a su café.

—¿Qué pasó?

—Soñé que estábamos tú, Patricio, mi papá y yo en un parque de por nuestra anterior casa y que yo estaba jugando basquetbol con mi papá y él me iba ganando, luego me decía que nos extrañaba y que no me dejara vencer. Cuando lo iba a abrazar en mi sueño, sentí una presión que no me dejaba moverme y me desperté. Ya despierto, un balón de basquetbol que tengo en la repisa se cayó y no había nadie para que lo tirara.

Mi mamá se quedó en silencio unos segundos, le salió una lágrima y se la limpió con la mano.

—Tu papá te está cuidando, Rodrigo —aseguró mi mamá entre su voz cortada.

Agaché la cabeza y me quedé pensando un rato en eso. Yo no creía en esas cosas, los fantasmas y las almas perdidas me parecían sólo una excusa mala para que la gente tuviera miedo. Sin embargo, yo no había visto el «fantasma» de mi papá, sólo escuché su voz, su mensaje y sus sentimientos hacia nosotros. No sabía qué pensar. Me levanté de la silla y subí a mi cuarto a cambiarme. Tenía desde la madrugada sin entrar. Vi el balón tirado en el piso y me acerqué para tomarlo. Lo tomé entre mis manos y miré por la ventana la luz de ese nuevo día, con la seguridad de que mi papá estaba ahí, viéndome.

***

Mi mamá nos fue a dejar a la escuela después de mucho tiempo de no hacerlo. Me bajé con un poco de vergüenza que todos me hubieran visto llegar con ella como si fuera un niño de primaria. Pero los que se dieron cuenta, ni lo mencionaron. En cambio, me dieron su pésame por la muerte de mi papá, entre ellos: Jackeline.

Lo que no es para siempre (Cosas que no duran #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora