—¿Te vas a recuperar? —preguntó Edgar, rompiendo el insoportable silencio.
—Estoy casi seguro que sí —respondió Patricio con los ojos rojos y una sonrisa pincelada de esperanza.
Yo no contesté, porque no podía contestar. Cuando se trata de tu propia vida es difícil hacer apuestas.
—¿Lo vas a intentar, Rodrigo? —preguntó ahora Carlos, con los hombros hundidos, confundido y temeroso.
No contesté de nuevo y me levanté del sillón.
—¿Quieren algo de tomar? —les pregunté a mis amigos.
—¡Rodrigo! —gritaron ambos a una misma voz.
—¿Qué carajos te pasa? —preguntó Carlos, esta vez molesto.
Fruncí el ceño antes de contestarle.
—¿Qué me pasa de qué? ¡Estoy enfermo! ¡No sé qué hacer con mi maldita vida! No quiero perder el tiempo. ¡Estoy asustado y quiero saber si quieren algo de tomar! —grité, y comencé a perder un poco el aliento, tomaba bocanadas de aire para recuperarme.
Edgar bajó la mirada y decidimos salir de la sala por la presencia de mi mamá.
Subimos a la terraza, Edgar me tomó del hombro y me dijo casi en susurro:
—¿Qué pasó con Lalo?
Volví a fruncir el ceño.
—Patricio le rompió el hocico, no hay mucho que contar.
Edgar mantenía la mueca.
—¿Por eso estabas así, Rodrigo?
—¿Así cómo?
—Enojado —contestó Edgar. Carlos daba vueltas detrás de mí.
—¿Cuándo estuve enojado? —pregunté enojado.
—Lo del supuesto violador de Citlally, lo de Lalo, y pues, ahora. Rodrigo, si te sentías mal debiste de haberlo dicho y tú sabes que yo te hubiera ayudado en todo lo que hubiera podido.
Me crucé de brazos y le evité la mirada a Edgar.
—Todo se me juntó, Edgar —admití—. Lo siento por no haberles dicho antes.
—¿Entrarás a la escuela? —preguntó Carlos.
—Sí —respondí alzando las cejas y acertando con la cabeza.
Carlos se quedó en silencio, hasta que lo volví a escanear.
—Te ves diferente —afirmé.
Carlos se echó un vistazo y me miró con una sonrisa.
—Tuve una cita con Ivette —reconoció.
Edgar y yo nos sorprendimos muchísimo.
—¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué? —exclamé haciendo cara de Macaulay Culkin en la película que protagonizó de pequeño.
Carlos nos guiñó el ojo y no quiso decir nada más, sólo se limitó a describir la noche como: La mejor noche de su vida.
Edgar y yo nos alegramos por él y olvidamos por aquellos minutos la terrible realidad que me acechaba. Nos sentamos en la mesa que había en la terraza y después de superar la confesión de Carlos, Edgar preguntó:
—¿Crees estar bien mañana en la escuela?
—¿A qué te refieres? —pregunté.
—Con Lalo, tu enfermedad y simplemente la escuela en sí.
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Lo que no es para siempre (Cosas que no duran #2)
RandomCualquiera pensaría que Rodrigo es feliz con su vida. Tiene la novia más bonita de la escuela, tiene los mejores amigos, es súper popular, guapo y siempre está en las mejores fiestas. Rodrigo y la vida no se deben nada, sin embargo, ésta tiene tanta...